7.27.2018

:: Ejecución ::

Agujeros celestes contorsionan las miradas que se ubican en la mitad de la jornada larga de la existencia.

Cuento corto, destellos bombardean la prudencia y siempre se camina en procesión y en solitario cuando creas, cuando amas y cuando sufres.

Las acacias y el sol en sus manos, brotan por calles antiguas y desordenadas que camino a diario cuando la ciudad es una burbuja que no quise abandonar.

En la provincia somos de la provincia. 

Alejados del otro país, ahora es muy probable que te informes con sopaipillas pasadas a verdad, en una esquina cualquiera, metiendo un dedo, de repente una foto, de repente las redes, de repente la mano quebrada, los dedos oxidados, los ojos dibujando paneles al frente de la cabeza, llamando, sonando ocupado, en la telepatía replicada de los satélites transnacionales,  y el cuerpo de repente se puso plástico, indeleble, inmortal, imperecedero, y ya no lloramos, ya no reímos, no fornicamos ni podemos bañarnos en el mar, el cuerpo pesa toneladas de progreso mientras la consola intenta ubicar al alma que le vendimos a la posverdad.

Aunque falte para eso, seguirán las turbinas girando, proporcionando la electricidad necesaria para publicarte en las redes y sentirte interesante.

Entre tantos engaños que leo a diario, imprimirme y publicarme en las paredes de la realidad binaria es casi un desahogo alborotado, un pequeño gustito que nos regalan como otra de sus tantas galletas de adiestramiento.

Renunciando y volviendo, esta eterna búsqueda del sentido, de lo bueno ,o de lo malo.

Macabros regalos tras las definiciones de toda la historia de esta raza que vuelve presta al inicio, o al reinicio.

Veo entonces a la posverdad abierta de piernas, desnuda y preñada, le cuelgan sus tetas grandes y jugosas, un falo imponente en la frente y la mierda saliendo en el culo de sus ojos. En sus manos se abren dos vaginas que empiezan el trabajo de parto. Asoman sus garras los mercenarios de la misericordia y la constatación; el falo se abre en cuatro pariendo el cerebro de una orquesta sincrética que toca las tiernas melodías del flautista que gobierna las ovejas que somos y que vamos en silencio a nuestros propios santuarios o mataderos, da lo mismo.

Acacias reciben bastardos con manos de sol y piel de luna, mientras mis ojos no paran de reír ante semejante paja que me corrí mientras caminaba en silencio, imaginando, pensando, volviendo al sepulcro, una y otra vez.

7.23.2018

Decir

Decir la verdad.

Arropada la inocencia, el calientacama hervía de dudas, cuando los antecedentes son faros en una geografía desconocida, que no concierne.

¿Que hay acerca de los sueños? Imágenes y palabras, los involucrados se confiesan con el santo beneficio de lo irreal.

Despiertas de golpe y lentamente te vas incorporando.

Lentamente las costumbres van cambiando de un periodo a otro. Tal es el ciclo del sarcasmo, todo se queda en la niebla de los recuerdos.

Y das un vuelco, caminas por las sobras de un batalla perdida, apoyándote en lanzas enterradas en el cuerpo y banderas rasgadas por las hordas de momentos que dificultósamente forman parte de lo que vendrá.

En un nuevo suspiro, el olor de la sangre gotea los años en un enjámbre de situaciones repetidas en serie.

Los pasos se confunden entre la matríz de los sueños y la patria de los sentidos.

Puedes  culparte y mojarte con saliva, recular y arrastrarte entre las sombras para susurrar una disculpa, tomar tecito y odiarme, acariciarte, sudar los cuerpos y besarme hasta el amanecer, jadeando emprendíamos el viaje, gimiendo volaríamos el techo de la suerte mientras todo se confunde, todo se conmueve cuando mueres aprisionado por las piernas, y las manos descubren tu cuerpo desnudo, ardiendo, escribiendo, susurrando sinfonías desconocidas en tus ojos que me miran prometiendo un larga partida de ajedrés.

Peones lanzados al choque del ocaso, mientras disparamos desde la torre un par fichas blancas para marcar el territorio.

Acorralados, fuimos capaces de encerrarnos y deshojamos el corazón para soplarlo al viento con dirección obligada y tantas caricias remitidas.

Yo podría esperarte mientras me odiabas, pudiste esperarme cuando te ignoraba, amarte cuando me mirabas con desprecio, discutirme con magia y terminar abrazados toda la semana, borrachos y cansados de golpearnos con la verdad y la revelación de lo que somos, o creemos ser.

Pero entre tantas elecciones, entramos a esta nueva era donde todo desaparece y nos encontramos como se reunen los muertos...
en los sueños.

7.12.2018

:: De paso ::

El amor enfría la fiebre de festivos dulzores.

Susurros que acarician la memoria de una sombra extraña que, sorda de tantos recuerdos, no pudo escuchar la trayectoria de la puerta que se cerraba.

Esperando en el triunfo de mi cuerpo sobre tu alma, parado estoy aquí, esperándote. 

Todo está oscuro arriba del mar que no descansa, ni las olas.

Crece la hierba después de la tormenta, en tierra exiliada que se fue con el tiempo.

Los tallos perforan la sangre y corre por mis venas un embriagado licor que hace cosquillas.

Cerrados los ojos, el recuerdo azota como suaves gotas de aurora, el halo del viento golpea gélido en este vuelo destinado a estrellarse fuerte, sin cajas negras para poder comprender...

Vidas apodadas por el taciturno reflejo en la luna que muere de sed y me suplica que la ubique detrás de un día que nació purificado por la lluvia de la noche anterior.

El perro me siguió hasta convertirse en gata, después de llorar, ideó un plan para quedarse por siempre.

La luz del sol me ha tiznado de añejas melodías que hoy son mis propios himnos antes de la batalla.

Pero esta vez es diferente.

Tanto que se aprende cuando por casualidad sueles exiliarte de la ciudad, encerrado bajo tierra, por arte de magia, siguiendo el rastro de una puerta cerrada de golpe, y envuelto en toallas mojadas de lágrimas que no te pertenecen, apretadas fuerte contra el pecho son iguales a las fotos pegadas en la pared.

Lágrimas cambiadas por un sentido agradecimiento.

El vestigio de años que se fueron, las largas esperas, el amor que no se agota en mi cuerpo, el amor, el amor, el amor...

La dulce condena, la profecía del camino, el fierro ardiente que con gusto tomaría mil veces.


Todo desaparece y acontece en el amor.


Hacia donde voy.


7.11.2018

:: Un día ::


Avanzar sin mucho detenimiento, esquivando los dardos que llueven del destino, machacando el esfuerzo en cada paso, devorando las huestes de sombras que caminan alrededor.

Este día es un tanto largo, casi elástico. Entre ayeres y predicciones, el peso del cielo abruma mas que de costumbre. Mis ojos se cuelgan de cada rama desnuda, mientras el viento sopla hacia adelante, como empujando las ansias de armar la maleta y salir corriendo, o darse vueltas como un trompo viejo, girando en el vacío.

Quizás estemos girando, todo se detiene en un ciclo con fecha límite, la lienza del alma se desenrolla como un látigo en la carne abierta de tantas divagaciones sin destino ni fundamento.

Siempre quise amar al todo, descifrarlo hasta la médula final, saturarlo de preguntas y embriagarme con su indolente capacidad para dejarme plantado, en las miles de citas que leí, que escuché, que olí, que observé, que busqué, días y noches que no terminaron, que terminan y nunca volverán.

El frío de la mañana cincela la pendiente del falsario, todo al descubierto, el carácter abrigado de tantas respuestas se sumerge en un baile de media vuelta y renuncia; acontece el ocaso de rompe y rasga, las vacilaciones aplauden enardecidas, ciegas de tanta devoción, lujuriosas y abrazadas a mis piernas, tanto que tambalean de los muchos giros sin fondo ni meras preocupaciones.

El día cobra su precio, por esa hermosa propiedad elástica de la contemplación del espacio conforme al tiempo. Todo es una geografía sincrética copulando con la plasticidad sintética de la falacia, cimentada en la necesidad.

¿Y se renunciáramos a la necesidad? ¿Y si hiciéramos caso a nuestra irrelevancia? Toda moral salina sería un grito espantoso, placer del universo, voluntad de lo infinito, las piedras, la emancipación, el anhelo quebrado, la renuncia, un viejo vals con máscaras y el cuerpo como un traje de gala, las manos aferradas a la suerte, penetrándola fuerte, gimiendo el miedo y recibiendo la suculenta procesión de un orgasmo que duraría toda la existencia.

Pero no.

El día cobra su precio, siempre. 

La noche te convida de su propia melancolía, en el viaje maravilloso de los que no adolecen del tiempo ni los límites terrestres. En el castillo de los sueños, la ruleta rusa de las sensaciones, el dulce aroma de lo desconocido, desdoblando esta estentórea realidad que aplacada sucumbe a las delicias de tu propia imaginación por debajo de la almohada que solapa la conciencia, o la construcción de lo que realmente vale la pena soñar.

Narraciones que se tornan difusas y duran un par de pestañeos cuando despiertas, cuando abren la celda de la prisión de la carne, y las alas robadas se tornan invisibles, discretas, escondidas y aferradas a los postulados que nos permiten comprar otro día mas, ojalá a bajo costo y sin muchos sobresaltos.

Siempre avanzando, quizás esta vez los dardos hagan su trabajo, y la línea recta de la vergüenza sufra una diminuta bifurcación en tu esencia, que mezclada con un pequeño sorbo de vertiginosas sensaciones nuevas, puedan atribuirle un nuevo elemento a esa olvidada alquimia de la belleza, en este tiempo que nos prestaron para encontrar las respuestas equivocadas.

Tantos mundos, tantos días, elecciones dentro y fuera del piano de las oportunidades, siendo la propia sinfonía de la oscilación silvestre y equilibrando afinaciones disonantes, mientras bailas las menudencias de una obra maestra, al servicio del gran banquete de lo incorrecto. Y una lámpara ilumina el suave giro del vestido blanco de mi espíritu que seduce todas mis santiguadas verdades con las que me fabrico una careta, meto mi lengua en mis sombras que me imploran por una caricia lujuriosa, mientras tejo un chaleco con el peso del cielo para limpiarme las manos y amarrarme las maletas en la espalda para enrollarme como un trompo y girar hasta el fin, arrasándolo todo, con la elegante capacidad de amar para siempre.





:: un chicle en el zapato ::

Siempre ocupamos las mismas palabras para edificar. En el cliché masticado hasta dejarlo sin aroma y sin sabor, dejamos tantas fotos olvidadas en cualquier parte, como los zapatos, los sostenes, las bragas, la polera, el pantalón, el sudor, el hambre, la belleza encerrada con llaves de malgastada esperanza y silenciosa generosidad.

Entre tantos momentos que se marchitaron, el propósito justificado en juramentos masacrados que paseamos en la pasarela o colgamos en la vitrina del morbo y el voyeur.

Orgullosos de que el amor se conjugase en nuestra boca, se grita a los cuatro vientos, se publica hasta en el obituario de turno, en todas las redes sociales, se busca el ángulo perfecto, se sube la foto y se remata con el apodo que le pusiste al que amaste,  en ese tiempo

Pero, nunca se piensa en el futuro. No existe. Nunca vendrá. Entonces la paja de entrar la ropa y volver a buscar apodos. Volver a ponerle nombre al amor, sea cual sea la figura: uno nuevo, uno viejo, el espejo, uno mismo, las mascotas, las causas primeras, la reconstrucción de las mismas falacias, despegar el chicle del zapato y volverlo a colorear.

La dialéctica del amor. El triunfo o el renuncio, la paz y la vergüenza, el amor de toda la vida, o el que entra sin permiso; los animales ahogados o los que se fueron, un momento, una fecha, un silencio; hay palabras, muertas o chistosas, nuevas o melosas, refinadas o estéticas, filosófas o conjuros del diablo, un buen café, una comida, el hambre o las drogas, la locura, la calma, la calle, la ciudad o la casa, la tuya o la mia, aleluya que paja.

Entonces viejos y pobres los que dudan, y sólo viajan de noche, juntando historias, apagando cigarrillos y destapando tempestades, emprendiendo retiradas para no masticar chicle.

Otra vez.

7.04.2018

:: Trincheras y Emboscadas ::

En la emboscada, el horno fluye con el calor de las imágenes que se apilan en la hoguera. 

El invierno arde lejos, quizás en la luna y las telarañas gaseosas de una noche sin importancia.

En la suerte de forjar una trinchera para que los recuerdos se apilen y formen la última frontera que verán mis ojos antes de partir.

Día tras día, mis hojas caen de mis raíces gastadas, lanzando ganchos a los riscos del silencio para darme aliento y un poco de nostalgia.

Juraba que podía viajar colgado de las mariposas que habitaban en mi estómago, juraba que oliendo la tierra mojada que nace de la lluvia, todo sería purgado para obtener el perdón de los que crearon las reglas de este juego macabro.

En una caminata solitaria, siguiendo al sol hasta que me queme los ojos y de un aplauso la noche me abrazó hasta que ya no tuve lágrimas.

En el límite precario de la inmensidad, en las ideas secretas de hablarle a todo el mundo, soy el mudo que cuenta historias para ganarse la vida, recibiendo como pago un par de palabras que gusto de pegar en la pared de los sueños de plástico.

Nunca tuve miedo de vestirme de gala, de tener hijos y casarme con una mega fiesta de millones de besos en la vida toda que me tocó vivir.

Gustaba de leer historias de amor y llorar de vergüenza, soñaba con caminar contigo, sea donde sea que estés todavía, alma gemela.

Y aunque guste de ahogarme en esperanzas, me niego a seguir bebiéndome la sangre y vomitar indiferencia, me niego a dejar de creer en ti, en tu nula e invisible voz que me susurra desde lejos.

En la trinchera, pasaré largas noches leyendo las señales de la historia y me divertiré danzando como las arañas devoran a sus presas.

En la pequeña lucha, devolveré el precio de mi vida, junto a los de mi clase, los postergados residuos de una ecuación perfecta, creada por los dioses inmisericordes que clavan el clavicordio en las almas rotas que siguen viniendo al purgatorio.

Entonces, quisiera saberme preso de mis ojos, y aprender a pestañear como las proyectoras antiguas, para escudriñar en silentes fotogramas y acercarme un poco mas hacia donde puedas abrazarme y besarnos hasta que no nos queden huesos por romper.

Es raro esto de tener esperanzas casi cumpliendo los 5 años de la segunda vida. Es raro amarte en silencio y esperarte en cada estación por donde el mundo es un infinito, es raro esperarte aquí, en el fin de todas las cosas.

Es raro saberse un dios de mis propias decisiones, bautizado por el azar de romper los platos, las espinas, las brechas celestes de los lazos que se anudaron tanto que rompieron el fino cristal de los pactos que se juraron eternos, y para mi ya son dos lazos que partieron para nunca mas volver.

Es raro desnudarse, pero no deja de tener cierto encanto cuando el viento sopla el fuego interno y lo alborota hasta que las cenizas sean lanzadas en cada día, en cada mañana que despiertas y te alejas de ti mismo, le dices adiós a ese que alguna vez te acompañó en ese ayer que ahora sólo se almacena para el deleite de los gusanos que devorarán las innumerables emociones que una vida puede aguantar.


Es preciso lavarse las uñas y seguir escarbando en las nubes, es preciso seguir admirando la creación del azar cuando por primera vez tienes un triunfo en tu mano, mientras todos los vales ya fueron golpeados en la mesa coja de tantos tropiezos.

Es preciso caminar y fluir como la nieve que baja de la montaña, enfriando la cabeza y danzando con el río que renueva los suspiros, pronto crecerá la hierba verde y soplará septiembre para que las hojas nuevas vuelvan a mi cuerpo, para seguir bailando, para seguir escribiendo, para sonreírle al destierro de las jaulas de oro y flotar como un coscoroba en las aguas de mis propias lágrimas que limpiaron mi corazón salvaje que siempre se adelantó mucho para no perderse.

Ahora, en la trinchera, salgo de mi propia emboscada, apago el horno de mi propio misterio, me levanto y me sacudo el polvo, sé que volveré a desnudarme junto a ti, sé que volveré a coquetear con la locura de mis días borrachos, sé que alguna vez me detendré y me sentaré en una estación cualquiera y, con mucho miedo, me llamarás por mi nombre, sobre tu nombre...


:: El Rio invisible ::

Es hacia el ocaso, hacia esa curiosa, hacia esa curiosa,  hacia esa curiosa dirección por dónde nos inclinábamos cuando éramos chicos. En el...