:: De paso ::

El amor enfría la fiebre de festivos dulzores.

Susurros que acarician la memoria de una sombra extraña que, sorda de tantos recuerdos, no pudo escuchar la trayectoria de la puerta que se cerraba.

Esperando en el triunfo de mi cuerpo sobre tu alma, parado estoy aquí, esperándote. 

Todo está oscuro arriba del mar que no descansa, ni las olas.

Crece la hierba después de la tormenta, en tierra exiliada que se fue con el tiempo.

Los tallos perforan la sangre y corre por mis venas un embriagado licor que hace cosquillas.

Cerrados los ojos, el recuerdo azota como suaves gotas de aurora, el halo del viento golpea gélido en este vuelo destinado a estrellarse fuerte, sin cajas negras para poder comprender...

Vidas apodadas por el taciturno reflejo en la luna que muere de sed y me suplica que la ubique detrás de un día que nació purificado por la lluvia de la noche anterior.

El perro me siguió hasta convertirse en gata, después de llorar, ideó un plan para quedarse por siempre.

La luz del sol me ha tiznado de añejas melodías que hoy son mis propios himnos antes de la batalla.

Pero esta vez es diferente.

Tanto que se aprende cuando por casualidad sueles exiliarte de la ciudad, encerrado bajo tierra, por arte de magia, siguiendo el rastro de una puerta cerrada de golpe, y envuelto en toallas mojadas de lágrimas que no te pertenecen, apretadas fuerte contra el pecho son iguales a las fotos pegadas en la pared.

Lágrimas cambiadas por un sentido agradecimiento.

El vestigio de años que se fueron, las largas esperas, el amor que no se agota en mi cuerpo, el amor, el amor, el amor...

La dulce condena, la profecía del camino, el fierro ardiente que con gusto tomaría mil veces.


Todo desaparece y acontece en el amor.


Hacia donde voy.


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