:: Trincheras y Emboscadas ::

En la emboscada, el horno fluye con el calor de las imágenes que se apilan en la hoguera. 

El invierno arde lejos, quizás en la luna y las telarañas gaseosas de una noche sin importancia.

En la suerte de forjar una trinchera para que los recuerdos se apilen y formen la última frontera que verán mis ojos antes de partir.

Día tras día, mis hojas caen de mis raíces gastadas, lanzando ganchos a los riscos del silencio para darme aliento y un poco de nostalgia.

Juraba que podía viajar colgado de las mariposas que habitaban en mi estómago, juraba que oliendo la tierra mojada que nace de la lluvia, todo sería purgado para obtener el perdón de los que crearon las reglas de este juego macabro.

En una caminata solitaria, siguiendo al sol hasta que me queme los ojos y de un aplauso la noche me abrazó hasta que ya no tuve lágrimas.

En el límite precario de la inmensidad, en las ideas secretas de hablarle a todo el mundo, soy el mudo que cuenta historias para ganarse la vida, recibiendo como pago un par de palabras que gusto de pegar en la pared de los sueños de plástico.

Nunca tuve miedo de vestirme de gala, de tener hijos y casarme con una mega fiesta de millones de besos en la vida toda que me tocó vivir.

Gustaba de leer historias de amor y llorar de vergüenza, soñaba con caminar contigo, sea donde sea que estés todavía, alma gemela.

Y aunque guste de ahogarme en esperanzas, me niego a seguir bebiéndome la sangre y vomitar indiferencia, me niego a dejar de creer en ti, en tu nula e invisible voz que me susurra desde lejos.

En la trinchera, pasaré largas noches leyendo las señales de la historia y me divertiré danzando como las arañas devoran a sus presas.

En la pequeña lucha, devolveré el precio de mi vida, junto a los de mi clase, los postergados residuos de una ecuación perfecta, creada por los dioses inmisericordes que clavan el clavicordio en las almas rotas que siguen viniendo al purgatorio.

Entonces, quisiera saberme preso de mis ojos, y aprender a pestañear como las proyectoras antiguas, para escudriñar en silentes fotogramas y acercarme un poco mas hacia donde puedas abrazarme y besarnos hasta que no nos queden huesos por romper.

Es raro esto de tener esperanzas casi cumpliendo los 5 años de la segunda vida. Es raro amarte en silencio y esperarte en cada estación por donde el mundo es un infinito, es raro esperarte aquí, en el fin de todas las cosas.

Es raro saberse un dios de mis propias decisiones, bautizado por el azar de romper los platos, las espinas, las brechas celestes de los lazos que se anudaron tanto que rompieron el fino cristal de los pactos que se juraron eternos, y para mi ya son dos lazos que partieron para nunca mas volver.

Es raro desnudarse, pero no deja de tener cierto encanto cuando el viento sopla el fuego interno y lo alborota hasta que las cenizas sean lanzadas en cada día, en cada mañana que despiertas y te alejas de ti mismo, le dices adiós a ese que alguna vez te acompañó en ese ayer que ahora sólo se almacena para el deleite de los gusanos que devorarán las innumerables emociones que una vida puede aguantar.


Es preciso lavarse las uñas y seguir escarbando en las nubes, es preciso seguir admirando la creación del azar cuando por primera vez tienes un triunfo en tu mano, mientras todos los vales ya fueron golpeados en la mesa coja de tantos tropiezos.

Es preciso caminar y fluir como la nieve que baja de la montaña, enfriando la cabeza y danzando con el río que renueva los suspiros, pronto crecerá la hierba verde y soplará septiembre para que las hojas nuevas vuelvan a mi cuerpo, para seguir bailando, para seguir escribiendo, para sonreírle al destierro de las jaulas de oro y flotar como un coscoroba en las aguas de mis propias lágrimas que limpiaron mi corazón salvaje que siempre se adelantó mucho para no perderse.

Ahora, en la trinchera, salgo de mi propia emboscada, apago el horno de mi propio misterio, me levanto y me sacudo el polvo, sé que volveré a desnudarme junto a ti, sé que volveré a coquetear con la locura de mis días borrachos, sé que alguna vez me detendré y me sentaré en una estación cualquiera y, con mucho miedo, me llamarás por mi nombre, sobre tu nombre...


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