4.13.2018

:: Ad Eternum Expecto::

Nadie es perfecto.

En esa perfección que encontramos en las nubes,
cuando acostados en el patio de las equivocaciones
miramos al cielo.

Y entre la noche que nos pilló contando chauchas
para comprar la última chela, las estrellas se perdieron
entre difuminadas sonrisas que valientemente miraron
tanto tiempo desde un lugar equivocado.

En la siesta de ojos abiertos, colgados de la ventana,
esperando de manera silente
el inicio del otoño dorado cubierto de hojas y hojas
que se pegaron como estampillas, entre las ruinas
que poco a poco descubres
como ecos de una elección
que se resiste al último suspiro.

Nada es perfecto.

Pero el viento pegaba fuerte, en el rostro
ígneo de rebosadas carcajadas
que sólo los que corremos bajo la influencia
del alcohol,
podemos disfrutar de la mano
cuando huyes de todo lo que te rodea.

No sabemos donde los pasos,
donde el destino,
donde la suerte,
la mediocre renuncia diaria,
para dormir como artistas cansados
de interpretar un papel que nunca nos
aprendimos muy bien.

Nadie negó nunca que era el momento preciso.

Pero mira, si el espejo aún aguanta
unas cuantas jornadas rematadas
de inseguridad,
puede el cuerpo como envoltorio
que comienza a despedirse de la simpleza,
para profundizar la calma
que al final es el único premio
que podríamos obtener,
como eso que llaman plenitud,
empezar a comulgar con el alma
para hacer el amor y liberarse
de las cadenas ardientes
que moralmente superan a la razón.

Nadie es perfectamente sensible.

Pero mira, se puede partir con mirar
las calles
y, observando que todo es una promesa
de perseveradas delimitaciones
del espacio,
poco a poco la mecha llegará
a la dinamita,
y, cuando todo estalle,
puedes recibir el tortazo con la meditada
preparación,
o simplemente dejarte llevar por el
éxtasis de la meticulosa pronunciación
del dolor pasajero.

Porque el dolor es perfecto,
no comete errores,
puedes manipular un cuchillo
a la velocidad de la luz
o en cámara lenta,
la sangre siempre brotará de tal manera
que toda la prudencia
será en vano.

Promesas de perfección y chances de
furibundos acontecimientos, que
se miran en las flores de los jardines
que no nos pertenecen,
la tierra es un invento enterrado bajo el asfalto
o el cemento,
o por esta vida como sopaipillas remojadas
en la posmodernidad.

En cada palabra escrita, en cada pared rayada,
en cada correo enviado ¿Acaso no se nos va
la vida?.
El sedimento insiste en cuadrarse
en pequeños momentos para la adicción de un coleccionista,
quizás podamos jugar a las láminas toda la vida
y preguntarnos situaciones imaginarias,
pero dime:
¿Cuántas cucharas tienes dobladas en tu pecho?.

El señor Anderson siempre nos dijo
que al final es todo un asunto de credibilidad,
es imposible doblar cucharas, sino darse cuenta
que todo lo que tenemos alrededor no existe,
es un invento,
una adosada realidad que nos provee de la idea
de la seguridad.

Quizás mis hijos llorarán en mi tumba
y dirán que fui un hombre,
sin siquiera conocerme.

¿Qué sabes de tus padres?
¿Quiénes fueron?
¿Amaron? ¿Fueron honestos y humildes
servidores de la historia de la humanidad?

Quizás irás a ponerle flores cuando te lo indique
el día de los muertos, o cuando menos te lo esperes.

Quizás los padres son el espejo de nuestras equivocaciones.
Quizás son los centinelas del odio de los dioses,
que, en su afán de someternos, abogaron por la incertidumbre
para educarnos con valores prestados
que, hasta el día de hoy, nos tatuamos en la lengua
para no tener peso de conciencia,
para no irnos al infierno del desprecio, heredando el odio
de lo que quisimos hacer en la verdad mas absoluta que
nos susurramos al oído.

La verdad verdadera y la conshesumadre.

La verdad no es perfecta, pero pregúntale a tu almohada
sobre la verdad, pregúntale tú, que escribes como condenado a muerte,
y responde con sinceridad.

No.

Porque eres perfecto, eres puro temor cuando duermes.

Eres la perfecta mentira, Mitómano te maldijeron alguna vez.

Entonces las nubes se marcharon y abrieron todo el día.

El sol quemaba la piel y a mi lado el mundo era sombras, 
zozobras de un cuerpo que se convirtió en pétalos de amapala
que quiso salir corriendo
mientras aladas prostitutas sonaban como trompetas ebrias
para llenar el hueco que la discreción de final de temporada
acontecía mientras el hilo enredaba el cuerpo
para descompaginarme desnudo y sin ropa, con la mirada perdida en
el sur, sin lluvia, 
sin verde, 
en el espejo marrón del desierto y sus oraciones,  
polvo al polvo,
día y noche por noche esperando, 
trombones de pasta base, 
extorsión de charchazos en un resfriado boliviano, 
habladurías del mundo que se anotan en la mano
para versear insaciablemente.

Nadie dijo que todo iba a ser perfecto.

Entonces miro y aplaudo, 
tiro piedras a la pantalla 
esperando que su infinito binario 
lleven mensajes codificados
al espacio exterior de los cerros 
por donde caminamos como perros locos
que siguen la suerte de un carrusel
extraviado en la quimérica degradación de 
la ruta salvaje que nos pilló perdidos
mientras las trompetas y los trombones 
seguían sonando al sol de un árbol
que ardió en llamas
cuando todos se alejaron de la insolente
constipación que pudimos inaugurar
con un par de caprichosas miradas
perdidas
hasta mas no poder.

No hay camas ni patria convencidas
para recibirnos.

El tiempo y sus malditas perfecciones perfectibles.

Cuántos cilindros de humo han de bastar
para que dejemos de lados el acierto, 
causa perdida, 
dime cuántos, cuántos, cuántos...

Donde la cuanticidad aburre hasta el cansancio.








4.09.2018

:: Disconnected ::

Hay algo que no huele bien.

Cables que se desordenaron peleando hasta la fricción caliente
de los pelos que se van de la plaza de los juegos de antaño.

Guitarra que cantas a un público que sufre de sordera gutural
y extenuada, te cuelgas al medio día para que te seques con el fuego
del cielo que borra las cenizas para que no hayan huellas.

Hay algo que no cuadra.

Endiablados motivos urgen en ocultarse para todos lados, 
no te sigo, no te puedo volver a colocar en un encuadre 
que cubra la pared que me involucre ostentosamente
en la complicidad eléctrica de pelos en punta.

Hay algo que se ha desenchufado.

Agotadas emergencias que se comparte, suelen llegar tarde
cuando los gritos ametrallan el compás salvaje de 
terminaciones perfectas que llegan a su fin.

Hay algo que sufrió un desperfecto.

Lenguajes y códigos que brillan cuando se compran
en la ferretería de los sueños, ahora saben a moho 
machacado con el óxido empalagoso de las cosas
indescifrables que cada cual tiene la única llave, 
sin copias para compartir aberturas de nuevos
días que no vuelven.

Hay algo que se peló con un cuchillo mellado, 
mientras el filo de la sapiencia se detiene
en una paz que no concede un fin necesario, 
pero por sobre todo muy cerca 
y tan aparente.

Esta noche rezaremos por que otros no nos escojan
como sabuesos del camino, 
tendré cuidado en no guiar a nadie para nuestro lado, 
porque todo se está cayendo a pedazos;
en el abismo final de la pendiente,
las piedras suelen encallar en el rostro
en forma de lágrimas con sabor a tierra de otro mundo, 
a sal de una candorosa muerte, 
a un funeral con fecha de vencimiento, 
con flores necias que bailan en la demora
del sacerdote que no termina de almorzar
todas las razones
que se invirtieron en la bolsa
del estruendoso y solemne
final 
de una teleserie
anunciada
por 
ondas radioactivas
y quedadas en velo
pues las camas se compraron para usarlas
en ambientes separados.

Yo me iré con mi guitarra cantando.

Lloraré todas las letras que me clavé 
en el techo, 
las espuelas son para seguir buscando
el camino, 
las migajas se las daré a una hermosa
postal que te juro que pintaré
cuando bailemos
por última vez.

Cuando los pañuelos cuelguen del pañol,
sea un día soleado, nublado en los ojos,
apocado por el sublime dolor
de la distancia que poco a poco
fuimos decorando con las orejas planchadas
para no contarle a nadie
donde dejamos el agua
que no regó las flores
que nos esperan
en nuestro entierro.

El arte de postergar el funesto motivo
para crecer.


4.08.2018

:: Calé ::

Era una fogata.

Lejana.

En un cerro.

Eramos cualquiera, en un largo silencio plagado de risas y costumbres ancestrales.

Siempre nos reunimos,
ahí, 
en el último lugar donde nos dejo la historia.

No tengo idea por qué éramos siempre de colores.

Camisas blancas y vestidos largos,
eternos.

Casi éramos una cifra perfecta.

Todos bailábamos como sombras reflejadas
en una promesa de miles de años.

Todos estuvimos ahí.

Todos lo sabemos.

Todos bebimos la sangre de la tierra
y limpiamos su rostro con nuestros
pies descalzos.

Algunos quisieron poner el alma
en la música que nos abrazaba 
como hermanos.

Todos fuimos una noche interminable.

Todos estuvimos ahí, afirmados del ocaso,
el manto del crepúsculo nos escondía
como siempre, 
por las tardes,
en el mismo canal
por donde los sintonizo ahora,
cuando se me pone la piel de gallina.

Se me aparecen en sueños, 
y poco a poco 
los voy reconociendo.

Muchos se han ido y no quisieron volver.

Otros fuimos tercos y nos seguimos buscando,

No importa.

En la micro, en la calle, en un día cualquiera, 
estamos destinados a encontrarnos.

Hicimos una promesa,

Y la cumpliremos.

Sólo falta encontrar el árbol,
por donde podamos arrimarnos
otra vez.

¿Te acuerdas de nosotros,
ahí, 
bailando hasta el amanecer?

Búscame, 
que te encontraré.

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Que loco, hoy es el día internacional del Pueblo , 8 de abril.

Después de releer el poema, lo supe.

Que emoción mas misteriosa.

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:: Carpa de Gitanos feat iki kadin ::



Tal ves sean las hojas, que bulliciosas cruzan las calles
por donde te alejaba, 
quienes dejaron de borrar imágenes
-tantas imágenes y tan sólo una mirada-
para bailar con mis cavilaciones.

Es imposible distinguir el otoño
de las hojas que se imprimirán
cuando sea el tiempo preciso
y se disipe la niebla.

Quizás ya nos acostumbramos
a mirarnos entre lenguajes coloquiales
y ciclos binarios, 
entre medio de páginas y páginas
almacenadas como una reliquia
póstuma,
que permita el estudio y la observancia 
de la correspondencia,
(sutil e impalpable),
de las vidas que se vuelan con el viento.

Y luego, 
el encanto, 
el esfuerzo por escabullirse en una pirueta,
osos polares que saben andar en bicicleta
reciben el aplauso de la platea, 
de la normalidad indigna, 
de plástico, 
planteada como un ligero lumbago,
sin ibuprofeno.

La vida puede esperar todo lo que quiera,
entre peñascos de magia negra y aprendices sentados
bebiendo cerveza, 
la hierba de papas fritas es frondosa y esconde
la suerte de soñar despierto,
durante unas horas sincréticas
e inevitables.

Y las hojas caen como espejos rotos
y no me harán hablar mas de la cuenta, 
total, 
la narrativa y la producción rebelde
se vendieron a la burguesía, 
al encuentro del reclamo que se lima 
con billetes
y buena comida, 
con esa manera loca de buscar la definición de si mismo, 
acomodándose las definiciones 
que justifiquen la presencia en este planteamiento
teórico, 
dialéctico 
y empeñado en borrar la estruendosa esquizofrenia de la vida, 
condenada al exilio de la muerte,
al fin del juego.

¿Por qué no la vida eterna?

¿Por qué no unos cuantos miles de años?
¿A quién hemos de servir como entretenimiento, allá lejos, en el fin del multiverso?

Esta pos verdad cuántica que significa lo que se le da la gana. 
Busqué y busqué entre las menudencias de los morales como yo, 
ubiqué algunas otras apreciaciones serviles a este engaño de la vida
racional, 
esta ineludible indecencia de amoldar emociones inconmensurables, 
siendo a través de nuestro peregrinaje, 
un instrumento mas para la conservación de la especie; 
esta virus que arrasa con la plenitud de una tierra virgen 
para penetrarla con violencia
y preñarla de indolencia, 
de espanto, 
de miles de bolsas de basura que hemos colgado en nuestras puertas
para enviarlas al país de nunca jamás, 
o para olvidarlas, 
en el mejor de los casos. 

Simios sin pelo drogados por la efectiva forma con la que despista la cordura, 
el placer y la cuantiosa mediocridad para comprar 
-o arrendar, en una casa prestada, o la figura que sea- 
un pedazo de tierra que sirva para depositar el culo y poder dormir.

No.

Yo no te voy a hablar de eso. 

Menos ahora.

Quizás podría contarte la historia triste 
de los días que marcharon como soldados
a una guerra que nunca dieron por perdida.

No, tampoco. 

En eso somos expertos.

Tal ves podría tomarte de las manos y besarte como un acorde 
gitano que bailó conmigo toda una tarde, 
en mi cumpleaños.
Y mis botas, 
y la suerte echada a punta de charchazos 
de la fiesta que animaban un par de cortinas,
el sol que se colaba por la ventana, 
el sábado quiso ponerse con las cervezas, 
el espacio vacío puso la música, 
y yo bailaba girando con los ojos cerrados
para marearme luego y cansarme de tanta estupidez.

Quizás me miraste de soslayo, 
quizás pudiste oler toda mi esperanza odiosa
cuando te tomaba del brazo, 
cuando narré tus mejillas
(malcriadas) ,
para moldearlas con el silencio de mis labios secos,
de tanta espera.

El brujo extrae su corazón 
y me lo presenta como un obsequio.
Yo lo recibí con ojos de vidrio empañado, 
mientras alguien me sacaba la lengua
y yo le sonreía.

Tal ves sea la carpa que se mecía con el tiempo enmarcado en un par de segundos

que se colgaron de las nubes
para detenerlas
sin temor a equivocarse
nuevamente.

Tal ves sean las hojas, 
que silenciosas mecieron la calle por donde 
se alejaban las aves,
Y mientras las seguía, emprendieron el vuelo,
(y mientras se alejaban, mudaron su plumaje)
cambiaron la careta, 
se hicieron puntos suspensivos,
invisibles, 
inconmensurables emociones
que guardo aquí en mi pecho.

Quizás vuelvan a beber
o a danzar, 
cuando sea el tiempo de los gitanos
o hasta cuando dure.

Nadie lo sabe.



4.05.2018

:: emmm :::

Nubes que pasaron en lluvia de momentos que mis ojos devoraron
por su propia fuerza de gravedad.

Ojos negros con la velocidad de mis años a cuestas.

Imágenes que fueron succionadas como alimento
a la hoguera de mis recuerdos.

Líneas rectas dibujadas en el alma
edificando bifurcaciones, 
sentadas en el paradero, 
esperando, 
meditando, 
remojadas en la existencia lanzada al vacío 
de la reflexión, 
pasos y pasos que siguen gastando zapatos que 
desaparecieron,
quizás están todavía en proceso de azarosa
descomposición, 
llevando mis olores, 
mis chances de ser un soplo 
que mis alas vengativas
desplegaron en picada
cuando salí corriendo 
de todas partes
antes de aparecer.

Sombras.

Siendo una estaca que se entierra en cada huella, 
un sahumerio metafísico que no desplegó
la guincha de millones de centímetros
que prometió encapsular las emociones
para escribirlas en un corolario 
que ganaría todos los premios.

No he nacido aún, enredado quedé a través de las sábanas, 
el ruido de todos mis días atorándome, las orejas como 
un arquero que perdió por goleada, camino al camarín
de la inocencia, sudando impresiciones en el gusto de 
jugar con la teoría de conjuntos que destruyan de una vez 
por todas
la herencia moral
del momento histriónico
que me ha tocado rolear
durante tantas temporadas.

Cuchillos. 

Nunca los tuve, ni supe usarlos, 
pero bien que penetraron espaldas, bien que 
desangraron palabras, 
bien que cortaron el pan, la cebolla y contigo.

No me sale bien la ensalada, el aliño se consumió con
perfume viejo que un pañuelo de mi abuela
nunca tuve. 

Tal vez la historia, tal ves si me hubiera comido 
la lengua
y el veneno sabe a ciervos, a calles mal traídas
y heladas, 
tal ves el océano pacífico, 
quizás las casas de colores, en las estrellas, 
alturas de macha muerta, 
pero no...

Alturas de la provincia, al sur de todo lo bonito
que tanto desprecio, 
al sur de todo el chovinismo de una ciudad
que no existe, 
cuando el evangelio de miguel ángel sea recitado
por el pájaro negro que vive en troncos viejos, 
cuando sea tarde para morir, 
cuando viva siempre con ojos de sapo, 
con patas de víbora preñada, 
con cuernos de terciopelo que pidan perdón
a las alturas
de tu pelo
que se mueve como una bandera.

Cosas Simples.

Una canción, un llanto cantado
a las seis de la mañana, 
tanto sufrimiento que se usa 
como ropa vieja, 
como un video ciego
que suena en youtube, 
como cuando uno se queda solo 
pensando en promesas rotas
de otras vidas.

Encaje.

Y desencaje, 
cucharas dobladas que no existen, 
patrañas que se narran para medir la química
de nuestros cuerpos, 
decisiones impredecibles colgadas
del árbol que no planté, 
del sexo que no tuve, 
del libro que no salva a nadie, 
La polera que visto 
huele a mi propio sudor, 
a cigarros que me robé 
cuando estaba borracho, 
a noches de aguardiente
cuando mi abuelo volvía tropezando
entre las piedras, 

Monocromático.

Cuando el color se pierde
en el mar, 
el silencio creando desastrosas conexiones
persistentes
en lenguaje natural, 
la devoción hacía lo que viene, 
¿Quién medirá tus emociones?
¿Las sientes?
Cuando te prestan un envase nuevo, 
el cuerpo como el sotenedor
de una quimera que viaja a través de 
los mundos que se usan para fusionarse
con las sombras

o la luz.

Elecciones.

Soy la propaganda dialéctica
de la conciencia, 
soy lo que no puede sentir, 
soy lo que debo ser, 
lo que pude ser, 
lo que los demás nunca quisieron
de mí, 
lo que les apesta, 
un ritmo que no tiene rimas
ni consonantes, 
segundos que llegaron segundos, 
siempre a la hora, nunca demasiado
tarde, 
nunca en primer plano, 
como una fotocopia gastada
de lo que debimos ser.

Sacrilegios.

Lo que engorda, lo inmoral, 
lo que aprieta, 
lo que pinta o lo que refleja el espejo, 
a veces lindo, 
a veces lo mismo de siempre, 
cortes de pelo, de axila, de barba, depilación completa, 
el odio estepario que castiga, 
todo como nada que fue arrebatado
para callarse
y vivir lo que nos compete, 
cifras borradas de la ecuación 
variables de segundo grado, 
derivadas, 
integradas, 
lluvia de vectores, 
desierto cuadriculado para comprar una casa, 
formar una familia, 
construir un nido, una ....

Bailes.

El mareo

Todavía humano

todavía humano

swing

beat

luz

color

La mente muere,
el cuerpo permanece, 
ojos cerrados, 
all good, 
todo es parte del todo, 
el momento, 
me pierdo, 
te pierdes, 
todos desaparecen, 
Me levanto, 
me arrimo, 
le creo, 
te creo, 
nos creen,
fichas, metemos fichas y fichas, 
jadeos, el reino, 
el fin del universo, 
la noche entera, 
fiestas, 
huracán, 
urracas parlanchinas en 
el parlante, 
terrazas
de pisco sour, 
de caipirinha, 
de vino o cerveza, 
la previa, la posta, 
la dura, 
nada termina, 
todo inmutable, inexorable, 
el tiempo encapsulado
en la boca, en el pecho, 
el corazón hinchado
de viejas huestes
del infierno, 
mientras el demonio levanta 
la copa y programa el mejor
set list
de toda una historia.

ocaso, a pata pelá'

La playa, el auto, el cielo, el bosque, 
la cama, el taxi, 
que siga la fiesta.

Humano para nada humano, 
vendido, amordazado, 
predicado, sujetado, 
escaso, sonriente, 
la memoria es un meteorito
que encalló en otro puerto, 
en otra vida, 
la tele apagada, 
rota, extasiada, 
all good
all good
fuera de juego, 
almuerzo con menudencias
de imprudencia, 
sobrevivientes...

Vida para vivir, 
vida para morir, 
vida para ser medio campista
de un circo sin payasos, 
jugando en el trapecio
o en el columpio de las ironías.

Flores.

Perdidas, en el cementerio, 
no gastes tiempos en cortarlas, 
que la muerte no sea por tu mano.
Vellocinos de acre suelen arder
cuando los domingos agotamos la
suerte
para emparafinar la caída lenta, 
bajando la cuota, 
un alma perfecta, 
mortífaga, 
necrófaga, 
sociópata, 
ególatra, 
humilde, 
sagaz, 
beligerante.

Nacimiento.

Idas y vueltas, 
horarios, 
fechas remotas
y festivas, 
trayectos de paja y polvo colgadas
de un vidrio por donde empacas
todas tus esperanzas, 
el gran error de seguir tu propio camino, 
cuando tu alfombra de estiércol
sobresale y brilla mas que las otras, 
estando en el camino, corres, huyes, 
hueles el peligro del final de un día mas, 
y el cuerpo sufre, tiene sueño, se cansa, 
se aferra a los últimos rayos del hoyo negro
que absorberá tu futuro próximo.

Cayendo en un agujero.

Pequeño, 
saltimbanqui, 
jovial y silvestre, 
donde crece mi histeria, 
mis amigos en una estrella, 
cada uno en un semáforo
cambiando la reglas
de la inagotable ociosidad.

Gritos.

Jirones ahogados que oyen los trapos planchados, 
olorosos, gentiles, estupefactos, 
nerviosas procesiones de bailes negados, 
insigne juventud de la cual sobreviví
para negarlos a todos, 
en cada palabra que pude tipear 
en esta noche.

Odio.

A estas alturas multiplicado
por cero, 
la maldita sensación de saciedad, 
el embuste primero de la niñez, 
acordes perfectos, 
sacros y cristalinos, 
bajo el agua de la ducha, 
la careta congelada,
en las rocas, con agua bendita, 
saturada de cicatrices, 
no duele,
no moja, 
encaja perfecto.

Amor.

No necesitas predicar, 
no necesitas amarme

todo el tiempo.

Todo el tiempo.





:: El Rio invisible ::

Es hacia el ocaso, hacia esa curiosa, hacia esa curiosa,  hacia esa curiosa dirección por dónde nos inclinábamos cuando éramos chicos. En el...