10.26.2013

:: Freno de Mano ::



La hoja marchita se mecía 
despacito 
a través del viento. 

Se alejaba conforme le permitía el tiempo 
y el espacio quebrado 
por la distancia. 

Espasmos lujuriosos, 
nocturnos, 
implacables, 
acontecían en su bajo vientre 
(recordando) 
agitando las migajas que dejan los recuerdos. 

De rodillas. 
miraba al sol 
a ese lejano suceso metafísico 
a esa cabalística y mundana casualidad 
que rayaba en lo absurdo 
(de la lengua). 
humedecida 
con el veneno de la inconclusa decoración 
de las experimentales menudencias, 
que se maceran a fuego lento. 

La hoja marchita se mecía, 
(tranquilita) 
observaba con mucho sosiego 
el árbol de cual fue expulsada 
para morir en una epistemológica verificación 
de los sensibles motivos, 
como si la caída libre fuera una posterizada fotografía, 
una flemática significación del silencio. 

La hoja marchita se mecía 
miraba de reojo las hojas del calendario, 
para vendérselas en esta feria 
donde abundan los charlatanes, 
los vendedores de nubes, 
los malabaristas del sarcasmo, 
los hacedores de la nada, 
las infinitas noches donde sobran los segundos... 

La hoja marchita se mecía 
tocaba el cielo, 
se aferraba a su propia decisión de zafarse de la niebla cotidiana, 
de la matriz de todas las equivocaciones. 

Al árbol nunca le importó mucho 
que la hoja se haya caído, 
parirá nuevas hojas y será siempre lo mismo: 
serán lanzadas al suicidio de la caída libre, 
sabe que chocarán con el hielo del tiempo, 
con el vacío del ocaso... 

La vida siempre ha sido una mezcla de orgasmos fantásticos 
y lujuriosos, 
pero al final los hijos de la oscuridad siempre se reunirán 
para bailar al son del polvo del olvido. 

Brilla el cuerpo de la hoja, se aleja lentamente, por el pasadizo lejano 
de la preñez... 

La hoja ha elegido un par de espejos retrovisores 
y una lenta frenada de mano 
para amortiguar su caída...

10.24.2013

:: Fantoche ::



Leyes que desfilan con la lógica perfecta, 
pavimentando el camino de las respuestas. 

Las redes subterráneas entrampando las preguntas 
que no tienen un fin aparente. 

Las marionetas apostamos "ALL IN" en el teatro de la libertad, 
donde los burgueses y terratenientes agotan toda la taquilla, 
con el único fin de reírse a carcajadas. 

Hilos que cuelgan como una compleja red interminable de conceptos, 
que sirven sólo para justificar esta miseria por la cual transitamos 
y que tratamos de engañar con un simple culto a la desfachatez
(de las toscas esperanzas), 
donde la muerte es un simple portazo. 

Hilos compuesto de tanto desgano, resistentes como el vacío 
del universo, almidonadas con el temor al infierno, a Dios y a la nada.

Caminamos a paso firme en este lento suicidio, 
gimiendo de vez cuando, riendo para no morir, llorando 
para bañarnos de tanto sinsentido, engullendo mentiras 
que nos dan a diario como calmantes, llenando la panza 
con la hipoteca de los sueños. 

A veces las marionetas nos sentamos a descansar en la bondad 
de esta vida que no pedimos, pero que aceptamos morir en ella, 
de cualquier forma posible. 

Avanzamos conforme nos lleve el viento de nuestras decisiones. 
esclavizados por la condonación de las ideas, que dan pie a toda esta farsa 
lógicamente aceptable. 

Pero.. ¿y si escarbamos un poco mas allá de nuestras malogradas certezas.? 

Quizás encontremos ese eslabón, que permita la conservación de la viral especie... 

:: Zorzal ::




El cielo viene congelándolo todo desde el exterior. 
Por la tarde vi una gaviota perdida, revoloteando 
en este aguacero crepuscular, quizás no tenía un refugio 
donde aparcar. 

Inocencia. 

Morderse la lengua para gastar al silencio. 
Medicarse con tantas canciones locas, que insisten 
en colgarse de la espalda. 

Inocencia cansada. 

Buscando entre las migajas que lanzan los sueños, 
de vez en cuando uno tiende a confesarse, con un acertado presentimiento. 

Y entonces aparecen las pesadillas, solapadas por el invierno 
que se niega a morir de inanición. 

Inocencia sangrante 

En estas encías blancas de tanto engullirse 
en cámara lenta. 
En este somnoliento caminar sin operadores contables, con los bolsillo 
que se niegan a plancharse, pues siempre aparece un testimonio salvador 
de todas estas explicaciones, que carecen de apretadas obediencias 
a la estética trascedental de las mentiras, que no duelen detrás de las sombras. 

Inocencia senil. 

Heridas que se someten al castigo del juicio gozoso de las cicatrices, 
en esta sangre que grita dolores de parto negro, de caverna derrumbada, 
de palacios con una torre sin ventanas, crecimiento a costa del miedo, 
mudanzas hacia lo alto de la ciudad de prisa. 

Inocencia perdida. 

Antítesis de las profecías, camino que siempre se recorre alguna vez, 
erradicando a los payasos que revolotean como mariposas con patas de araña, 
inocencia pueril, indulgente, mal parida y prostituida por tantas otras historias 
que convergen, como una bola de nieve que baja del cerro y cae al tranque. 

Un zorzal me recuerda que nada tiene un complejo final.... 

10.20.2013

:: La Pequeña Muerte ::

El mayor de los animalescos silencios.

La mirada perdida en el reflejo de las pupilas.

El mundo que se cae a pedazos.

El pecho ametrallado por los martillazos.

La brisa, el jadeo.

La pequeña muerte...

10.03.2013

:: Antropoparoxismo ::



De lata, de encorvadas muecas susurrantes,
engalanadas osadías que se martirizan como palomitas de maíz, en un parque de diversiones.

El carnaval tiende a lo cotidiano, dejando huellas alrededor de los objetos indefinibles, en la experiencia sensible de la probidad.

A priori destacamos el triunfo de la razón, el destacamento de las ocupaciones, el fusilamiento de las ideas que construyen todo a nuestro alcance.

Destierro, ingenuidad, orgánicas elucubraciones de lo que alcanza nuestra propia nariz.

Las palabras nos acogen como la madre de nuestros propios sentidos, el lenguaje no es mas que una tranquila maldición, para edificar la plaga mortuoria de la propia esperanza.

El inefable susurro de las concretas meditaciones, la mitomanía que se levanta como una bandera, por todas partes, por todas las casas de mi barrio, por las calles, por el hambre, la injusticia, la oblicuidad de los agujeros, que llenamos con arcilla de nuestras propias preocupaciones.

La muerte, la sombra, las llagas, la risa, el espasmo, la masturbación frente al espejo, los hijos, el tiempo, las estaciones del metro, los molinos, las ganas de salir arrancando de la ciudad y su plaga.

Siempre volvemos al mismo lugar.

Somos el puto centro de todo el universo.

:: Ovación ::





Parece que caían piedras en el techo;

llovía.

Ella prendió un cigarrillo.

Expelió una bocanada de humo. Uno podría pensar que esto fue lo que gatillo la fatalidad.

Sentada en una silla de madera, al lado de una ventana sucia, se mostraba un tanto inquieta; cruzaba sus piernas, miraba las cenizas que volaron de repente producto de una brisa que se colaba en su memoria.

Se sentía incómoda.

Sabía que no tenía que averiguar tanto; mal que mal, la vida es un capricho, una necesidad, un deseo propio de ganarle al sin sentido.

Ella seguía fumando, 

y en cada bocanada, pensaba en las continuas casualidades que le pertenecían a  los otros, en la imposibilidad de no contrastarse con esos otros, como si todo el mundo fuera un espejo, como si lo único que importase fuera el hecho de compararse, de llenarse de la vivencias que nos tocan vivir y que jamás serán motivo de una conjunción plausible. 

Sabía que no debió indagar tanto, a fin de cuentas, el cigarro estaba por acabarse, y ella seguía inquieta. Quizás eran los momentos ajenos, la que la tenían en ese estado funesto. La traición, la hipocresía de los mansos que gozan el descaro de la retirada, esa confesión tan mediocre y tan dulce cuando se vive entre las sombras.

Ella sabía que estaba enferma, que renegaba del tiempo que le tocó vivir, que no podía soportar esa pusilánime decisión que había tomado hace años. Siempre se presentan las oportunidades y ella creía que la suya se la habían usurpado. 

Tomó el cigarrillo apagado, lo metió entre sus dedos y como una catapulta, lo lanzó por la ventana.

Ahora tenía rabia; rabia e impaciencia.

Rabia por desaprovechar su cuerpo, por malgastarlo en la inoperante desazón del desgano; impaciencia por ser la sombra de un milagro ajeno. 

-. He desperdiciado mucho mi tiempo.-  Susurró en la humedad de aquella pieza vacía.

No terminaba de hablar cuando, repentinamente, se levanto decidida, caminó unos pasos a la cocina. 

De pronto, se detuvo... y lo vio.

Brillante, luciente, poderoso. Lo tomó con fuerza entre sus manos. 

Ella sonreía.

**** Bendita sean todas las formas de sufrimiento humano ****

:: De Reojo ::



Ella lo miraba desde las sombras, 
de reojo, 
sin mucha prisa.

Se cruzaban de repente, en las casualidades,
ella lo expiaba a través de la etérea provincia
de las apariencias implícitas.

Se preguntaba si él haría lo mismo, 
ella perdía la mirada cuando se lo imaginaba
hurgueteando sus asuntos sin importancia alguna, 
sus constantes viajes al filo de una cerveza mal parida, 
cuando el mundo giraba sin razones firmes, con una notoria risita
que disimulaba con gran precisión esa silenciosa fatalidad,
de no tenerlo entre sus brazos.

El tiempo avanza irremediablemente, las vidas se van estirando
como un elástico mañoso, con esa funesta sensación de vacío incómodo, 
mientras las noches son mas largas que de costumbre y no cesan de caer
lágrimas, que profundizan esta soledad macabra de los amantes despechados.

Entonces, era mejor esbozar una escueta sonrisa cada mañana, 
era mejor salirse de si misma, esparciéndose entre amistades varias, 
entre cátedras y viajes iracundos, entre los asuntos que cada vez 
se lo van alejando.

:: El Rio invisible ::

Es hacia el ocaso, hacia esa curiosa, hacia esa curiosa,  hacia esa curiosa dirección por dónde nos inclinábamos cuando éramos chicos. En el...