:: Zorzal ::




El cielo viene congelándolo todo desde el exterior. 
Por la tarde vi una gaviota perdida, revoloteando 
en este aguacero crepuscular, quizás no tenía un refugio 
donde aparcar. 

Inocencia. 

Morderse la lengua para gastar al silencio. 
Medicarse con tantas canciones locas, que insisten 
en colgarse de la espalda. 

Inocencia cansada. 

Buscando entre las migajas que lanzan los sueños, 
de vez en cuando uno tiende a confesarse, con un acertado presentimiento. 

Y entonces aparecen las pesadillas, solapadas por el invierno 
que se niega a morir de inanición. 

Inocencia sangrante 

En estas encías blancas de tanto engullirse 
en cámara lenta. 
En este somnoliento caminar sin operadores contables, con los bolsillo 
que se niegan a plancharse, pues siempre aparece un testimonio salvador 
de todas estas explicaciones, que carecen de apretadas obediencias 
a la estética trascedental de las mentiras, que no duelen detrás de las sombras. 

Inocencia senil. 

Heridas que se someten al castigo del juicio gozoso de las cicatrices, 
en esta sangre que grita dolores de parto negro, de caverna derrumbada, 
de palacios con una torre sin ventanas, crecimiento a costa del miedo, 
mudanzas hacia lo alto de la ciudad de prisa. 

Inocencia perdida. 

Antítesis de las profecías, camino que siempre se recorre alguna vez, 
erradicando a los payasos que revolotean como mariposas con patas de araña, 
inocencia pueril, indulgente, mal parida y prostituida por tantas otras historias 
que convergen, como una bola de nieve que baja del cerro y cae al tranque. 

Un zorzal me recuerda que nada tiene un complejo final.... 

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