:: Yo tuve una banca, me la fabricó mi madre ::

 La banca se asume cansada y se despoja de mi existencia.

Hace años la fabricó mi madre. Hoy, apolillada, se largó muy lejos hacia el olvido, si no fuera porque aún recuerdo cuando te fumabas las tardes y perdías la mirada que volando hacia el vacío del cielo supo encumbrarte para seguirte en muchos asuntos sin importancia aparente.

Declaro ahora que hablo en nombre de mi y de todos los que habitamos este cuerpo. Todos eso que se quedaron en su propio tiempo,  y otros que, escondidos en las esquinas redondas de mis ideas, suelen asomarse para susurrar discretas esperanzas ante tanta humedad grisasea que a la mitad del camino suele presentarse puntualmente a cualquier hora posible.

Es en esta mitad del camino que recordé cuanto tiempo he dejado de ladrarle a los perros cuando me confrontan fijamente a los ojos. Antaño corría desparramado entre tantas nubes de polvo, por caminos quejumbrosos y malolientes. Ahora me cuido hasta de mi sombra, soy un indecente eslabón que cumple su cometido sin violencia, apaciguado por la calma del deber, el calambre de toda la vida sucediendo como una diminuta roca inerte que ha decidido renunciar a que alguien la tome para lanzarla lejos, única posibilidad de zurcar el mundo y verlo arder.

Dicen que los muertos no desaparecen hasta que se olvidan

Yo no te olvido, banca querida.

Te traiciono, pero no te olvido.



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