:: Denied ::




Vestigios clavados en la muralla detrás del vidrio por donde se fugaba toda la vida.

De la mano de mi madre caminé y caminé tantas vidas antes de llegar aquí.

Cansado de tanta espera, en silencio caminaron tantas imágenes, un recuerdo taciturno que no tiene aroma ni sentimientos.

Autómata perdido en un limbo sin fronteras.

He poblado dimensiones sin encontrar muchas respuestas.

He hablado mas de la cuenta y nunca le tomo el peso a la belleza.

Habitante sin prisa, como estacionado en la eterna costumbre de suspirar antes de dormir.

Cada día es un aguacero que fluye al centro del sol.

Cada segundo muere tratando de clavarse en mi cuerpo, este cuerpo sin olor a sentimientos.

Es duro aferrarse a la vaga esperanza de poder amar alguna vez en la vida.

Esto de envejecer hace daño, y duele porque cada vez uno deja de mentirse.

Quizás uno muere cuando se encuentra consigo mismo, y se lanza al vacío de la verdad sin miedo y con mucha simpleza, limpia como una mesa de almuerzo en la infancia servil de las poblaciones pobres donde crecí esperando una respuesta.

Respuesta que siempre huye para cobijarse en un lugar donde no llegan mis sentimientos.

Vestigios de armonía y lágrimas, de sonrisas supremas y emancipadoras palabras, clavadas en este maldito espejo de mi alma que observa impertérrita el cadáver de mis ideas acerca de lo que realmente me importa. 

Y entre muchas tierras, solté la mano de mi madre, y tomé otras manos, y caminé y caminé, cerraba los ojos y siempre me perdía, o siempre perdía, o siempre perdí, me niego a creer en las ganancias e intereses.

Y los dedos escaparon, y los dedos se escabulleron y resbalaron y se soltaron, y caí y caí hondo en la penumbra del sol y los días ardientes como el cielo cerrado de un invierno sin alimentos ni cadenas.

Tal es el vacío que amo a mas no poder.

Y en el peor de los casos, uno va renunciando a entrelazar nuevas manos, manos efímeras, austeras, casuales, sin mucho divertimento, con aromas estrafalarios, con gomas de seda y pinturas de fiesta, con ganas de que nada ni nadie te hable cuando permites que tus ganas sean dominadas por esa estúpida expectativa de seguir buscando respuestas.

Y de tantos caminos y huellas en la nada, cansado, estoy en una barca sin rumbo en la insulsa arrogancia de mi propio océano sin tierra firme, soy un pirata maldecido por mi propia indolencia, 
cada día es un tesoro que intenta quedarse en mi cuerpo, cada imagen me seduce para transformarla en un puerto donde rendirme.

Me niego.

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