Memoria fotográfica virtual
De espaldas. Retrocediendo en dirección contraria, a veintinueve fotogramas por cada paso que nos aleja. Sabemos que nada hay que borrar. Todo fue construido a pulso. Esta casa de madera donde nos resguardamos del mundo. Tantas habladurías que rien a carcajadas. Tantos ojos que se besan eras enteras. Tu nombre sobre el mío. Cómplices de manos que se observan y que abren tantas puertas, levantando las cuatro paredes, esperaron al otro en silencio, sirvieron sopita con un ajo guacho que se quiso quedar con nosotros. Quizás no había nadie para entenderlo, ni nosotros siquiera. A veces el frío, a veces la lluvia, unas miles de cervezas y noches que esperarían el alba argenta que todo lo perdona. Pero seamos honestos, no todo fue tan malo, ni siquiera para el mundo que siempre llegó queriendo aguar la fiesta. Porque somos la fiesta, el amor y las sonrisas. Sentados en alfombras de miles de hojas amarillas decondicionamos el cielo para salpicarlo de colores, que tanta falta le hacen a esta vida, que esperamos por tanto tiempo, quizás desde que nacimos y buscamos la cuchara doblada, sin saber que la gracia era que no existe, sólo acá, en esta casa de madera que aulla con el viento, de tanto amar. Siempre perdiste, pero tienes presteza en ganarme en todos los juegos que invento para ti. Si, lo sé. Siempre los hago para que me ganes y verte sonreir. La ropa sigue envejeciendo, afuera vuelan los autos y las flores se cultivan en las nubes. Hay seres muertos que cohabitan con la octava revolución industrial. Nos han ofrecido el edén y una cita con el dios que queramos para vender esta casa. Lo que ellos no saben es que nunca tuvo precio, cuandos de espaldas, a vientinueve fotogramas por segundo, cada cual volvió a sus asuntos, en paz, guardando lágrimas en cada hoja que caerá en nuestros pies. Donde no hubo fabulosas destrucciones ni mucho menos epitafios para olvidar.
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