:: Envase::

En un cuerpo que viaja por la contemplación.
Carcaza de muchas vidas.
Amén al tiempo.
Todo se me escapa.
Todo resbala.
En el centro de huracán.
En el lapso de tiempo o en el time lapse.
En la nula pertenencia.
Voy mareado y me apoyo en los postes, en los gritos, en los gestos, en la peste del cemento, en los peinados y la ropa, en la numeración de los buses, en las remodelaciones y las nuevas formas de progreso.
Conforme avanzo, asciendo, o luto de clase.
Me detengo, me distraigo.
Hubo una vez, pero se fue.
Quizás lo demolieron, quizás el incendio, quizás las deudas, quizás en otra vida, quizás zombie, vampiro o necrófago, quizás se dijo mas de lo que se pudo, quizás no hay palabras en esta gaseosa existencia de lágrimas duras como la piedra.
A quién le importa.
Vidas que mutan para exiliarse en el silencio.
Del recuerdo, como si te lo hubieran robado, como si no fuiste, o por eso fuiste.
Entonces la carcasa, lo que representas, lo que puedes levantar como bandera, la imagen, el rango etario o etéreo, a veces estéreo, todo estereotipado, discriminado, olvidado, enviado a la AFP y la jubilación, al desperfecto, al asilo, al abandono.
La carcasa siempre resiste todo, es parte de la teatralidad de la artificiosa naturalidad humana, demasiado humana, demasiado envase , el contenedor, la sangre, la memoria, la conciencia perdida entre la risa y los gratos momentos, jueces siendo verdugos que ahora son condenados por otros que vienen y vendrán.
Tal es la cadena cual Prometeo que devora sus entrañas hasta el atardecer, cuando le vuelven a brotar.
Los cuervos revolotean el reloj para devorar el tiempo y la procesión de la muerte. Un banquete de imágenes que se pierden entre tanta neurona que fallece para volcar el sincrético almacenamiento de toda una vida en la vastedad del olvido, que todo lo conforta.

En un cuerpo que se cierra en una borrosa constelación de pasiones particulares, que ahora carecen de las químicas sustancias que promueven la evidencia que se congela en el almacenamiento de todo lo vivido.

Y mientras se cierra, todo amor y toda gloria, ahora le pertenecer al destierro de lo que jamás se vuelve a recordar.

Instantes, miradas, copas al cielo, sonetos desnudos en un baño cualquiera, llamadas clandestinas, alfombras manchadas, coitos que no se interrumpen, caricias, crónicas epistolares, guerras, paz, olvido, olvido a ratos, dejación, el tercero y mas importante , o así podrías completarlo tú, si gustas hacerlo...
Cápsulas que se ocultan para despistar.
En un cuerpo que se transforma, supiste observar mientras yo esperaba cambiarme de palabras, parece que lo voy logrando, no sé, ¿qué opinas?. Frases largas sin mucho eufemismo, escritos basados en la miseria del disfraz, pero continuar debo, sobredosis intimista.
Este cuerpo que se declara en estado envejeciendo, empatizando con las charlas que sostengo con mi madre, cuando veo una vida entera resumida en una tasa de té.
Envases que sirven para contar historias, cuerpos apilados como libros olvidados en la biblioteca de la existencia, vivencias que se van con el viento y las hojas muertas, todo se transforma, pero insisto en insistir que no tiene sentido la nula creencia de que la esencia de los actos muere con un envase, como un estéril desprecio que desprecia toda la verdad de lo que fue.

Entonces ¿Para qué volvemos? ¿Para qué creemos? ¿Para qué el lenguaje que ronda en cada espacio que puedo pronunciar con mis labios? Si fuera por eso, sólo los guardaría
para besarte, para soplar suave todo tu cuerpo con toda mi clemencia senil, dejaría de oler para guardarme cristalino en caso de que tu perfume me tome de las manos, mis pasos sólo serían peregrinos de tu sombra, manos que dejarían de teclear para recorrerte sincera en la misteriosa pronunciación de niños de quince años que corren raudos a besarse, lejanos del mundo, lejanos de la bulla y el gentío, lejanos del juicio y todos sus malditos predicamentos.
En un cuerpo que sólo quiere aprovechar el tiempo concedido.
Te espero.
 Quizás en su propia empalizada.

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