3.25.2018

:: Cuando el Cóndor llame ::

Sucesivo harta el hartazgo,
interminable,
Ciego de tanto centelleo,
de tantos flashazos en la cabeza,
me miran y ruegan que los recuerde 
para babear un rato.

Moldeando sin paja
ni greda que acaba en lágrimas,
en el camino pies descalzos
haciendo el quite a la inmensidad
socorro el asilo donde suelo enviar
muchos momentos que sucumbieron
en un cuarto de otras vidas,
de otro tiempo
siendo ajeno
acogido
escapando
me escondí
salí sin prisa
hice llover el destierro
del pacífico
caminé y caminé,
sigo caminando
sigo mirando gritos
y escupiendo miradas perdidas
me pierdo en el mapeo de cada mañana
disfruto de suspenderme en el vacío
de un punto fijo
viajo a la velocidad de mis palabras
y ya viaje demasiado
mientras tanto sigo en la maquinaria
que se mantiene y reproduce por mi propia voluntad.

Esto de chocar con todas las fronteras
eso de acurrucarse en medio de la nada
sentado en la escalera de la puerta trasera
el bajo mundo sostiene la definición de las
cicatrices que nos tatuamos como un lindo recuerdo
en un lugar que no alcanzamos a cohabitar.

Es justo aquí donde habitamos,
la patria libre de las elucubraciones,
llegamos tarde al don de los paneles
la electro conexión sincopática
que nos mantendría en refugio,
al margen de los adornos
al margen de la ley
al margen hasta de nosotros mismos,
porque ser es parte de ceder,
cediendo dejas de ser para ser algo mas,
fluyendo, sin importancia.

Arrebolando detrás de las alas del cielo,
escondido volando van todos mis deseos
llantos que supura las venas
la sangre nace del cielo
mientras ignorante de lo que nos rodea
seguimos esperando
que baje la marea
que el cóndor aterrice en el lugar preciso
los astros sigan su rumbo 
y por esas cosas casuales

los puntos se crucen otra vez.

O en los sueños.

:: Ciudad de Brasas y Delincuentes::

Resplandor, 
cuando el tiempo se invierte,
coincidimos al revés .

Se pierde una ciudad desconocida en un rincón imaginario,
huye de la multitud binaria,
máscaras en la lluvia de cogollos orientales,
el bosque acotado por calles desconocidas,
el sendero largo de la distancia une los puntos clandestinos,
que se abrazan y sollozan el destierro
de las sombras.

La ciudad huye como un delincuente prófugo,
a escondidas ama la tarde arrebolada
de un bullicio que insiste en guardarnos silencio.

Es la multitud que florece
mientras los otros subliman los colores,
el sendero se esmera en absorber todo instante,
con trazos que promueven dolosa eternidad.

La ventana es mas grande que de costumbre,
líneas paralelas sostienen el peso del viaje,
la mirada se pierde hasta mas no poder.

Recuerdos recién nacidos juguetean con el aroma
que nos abandona en soledad inconclusa.

La ciudad espera la implosión de los que tuvieron que marcharse,
cuando el tiempo se proyecte de manera inversa,
ojalá en cámara lenta,
ojalá en cintas análogas,
ojalá en una imagen indeleble,
imposible de olvidar.



:: Pitch ::



El dolor

El problema.

El mismo camino que huellas recorrieron sin mucha pronunciación.

La geografía intercambia sabotajes por imágenes y colores que se cuelan en la vasta disipación de lo que suele ausentarse en la evocación.


Permanece algo, es la esencia, ¿Cual es el truco para clasificar como seleccionado?

Lejanas letanías sirven para sazonar la invisible vastedad de la contemplación.

En el juego sagrado de las coordenadas, solemos ubicarnos siempre en el lugar que podemos estar.

El analgésico.

Conforme sigue desapercibida la función motora, el peso de los años va mermando tu capacidad de asombro, acongojado por un sensible predicamento que guardas como un paliativo que sublima la impresión de que todos los pasos dejan las mismas huellas. 

Ser parte de un ciclo.

Sin ser parte de nada.

Perteneciendo a una cadena alimenticia que devora mundos enteros, la ecuación necesita alimentarse de preguntas, esperanzas y teorías, de la especulación, del vacío.

Y podemos ponerle fichas a todo lo que puede estar al alcance de lo accesible. Un largo etcétera que todos conocemos muy bien.



Sedante, no hay emociones. Euforia, retórica, rutina, compromisos, la tarea, Euforia, silencio, sedante, asciendes, no hay nubes, la tierra, el progreso, la gente, el cólach(*), tomas algo de aquí, lo pegas allá, revisas la ortografía de tu realidad y la ordenas conforme te interese, en base a una gramática moral que ni siquiera es propia.

¿Puedes sentir como el color desaparece cuando abres los ojos? Coloreamos el molde que nos imponen para dormirnos en la vastedad de lo que construimos para depositarlo en la bodega de lo que conmemoraremos.

La solución. 

La profecía de que alguna vez tocaremos el cielo, todos íbamos a ser reinas, todas las orugas encubarían alas de colores para luego ser devorados por el manto religioso de la red social que nos atrapa para encajarnos predicamentos que alimentan las ganas de posterizar la especie, sin ninguna duda, sin que importe realmente si nos llegamos a encontrar.

La solución no es en movimiento, a miles de kilómetros por segundo, avanzando en marcha atrás.

Hijos de la destrucción de una estrella, polvo que avanza en sentido contrario, poblando el todo, arrasando la nada, sin fecha de vencimiento, condenándolo todo para equipar el color de la oscuridad del orden, siendo el caos que propicia el caos y la invasión, en nombre de nuestro espejo.

¿Y si nos quedásemos en suspensión? Todo se detuvo para que amanezca antes de tiempo, nadie se levanta, en tus sueños sirves de peón para avanzar al jaque mate con el que apuñalas la historia, la tuya propia, y mientras sangra, bebes con lujuria tus recuerdos para sublimarlos con descaro, violando la problemática narración salvaje de tus emociones; entonces el placer cuando aniquilas tu inocencia con vehemencia senil, el clamor de miles de imágenes que no alcanzaron a complacer tu recipiente, la bóveda se parte en millones de conexiones que huyen del orden establecido, heredado del silente aprendizaje que fustigó por años tu ingenuidad culpable.

Placebos que aparecen como sacerdotes de la expiación, la marcha de los antiguos condenados a la vida, en la espera sueles comprar un boleto sin retorno.

¿Y si quisieras largarte. Empezar de nuevo?

Podrías buscarme.

Al otro lado de la pantalla.

Yo soy tu creador. 

¿O Tú eres el mio?

Cuéntame tu idea que dure un par de minutos innecesarios. 

------------

(*) Collage

3.19.2018

:: Taxativo ::


En el tiempo- Grabado - Eduardo Gómez


Siempre hay una bomba de humo guardada en el bolsillo, en la boca, en las teclas,
entre las piernas, cuando se pone duro el corazón, o cuando es una roca impenetrable porque debe ser así.

Tal es la condición sentida de los heridos en la gran guerra.

Siempre pudo amar, mas que ahora. Siempre hubo tiempo, aún en el exilio lejano de los días cuando vivieron en el pensamiento, en esa idea rematada, encontrarte doblando en una de las esquina de su vida, apareciendo para salvarlo de una ridícula conversación o simplemente tomándole la mano para escapar a cualquier parte, cuando bajase de las nubes, cuando su voz dejase de cantar. 

Siempre pudo buscarte mas de la cuenta, pero eran humanos, no son parte de un sueño ni de buenas intenciones; el sarcasmo gira sostenido mientras helada la mañana, caminando no hace frío ni menos el tiempo para pensar se difumina en el espacio que aguanta la mirada antes de que abordemos el gran viaje diario. Lluvia, nublado, sale el sol, sale el sol sale el sol sale. el horizonte es un sable que parte en dos la cuota sensible. todo cambia en el cielo, todo sigue igual aquí adentro, donde la inocencia duele y escurre desangrando el motivo por el cual eligió guardarte de todo lo que lo rodeaba.

Todo el torbellino ahora es un parrón viejo y apolillado en su cabeza, y vaya que lo extraña. 
Hojas amarillas bailan el son de la muerte, rozan su mente desnuda para protegerlo del tedio y la necesidad de salir arrancando de todos los asuntos que importan una raja.

Funcionario sois, funcionario somos, funcionario ellos, esperanza colinda con prescripción y caso perdido.
Eran un caso omiso. El asombro de la verdad es polvo que resuena como un eco gastado de otros años, de otras eras, de otras vidas.

Vidas que clausuraron la serie hace mucho tiempo, miran de reojo por la ventana para concluir que no hay forma de calzar, de tropezar, de salir corriendo del mundo como cuando avasallaron la inmensidad del invierno, detrás de la puerta que colindaba con el mar, con toda esa prudencia que no alcanzaba para respirarse sin que se jactase la suerte de tirar los dados cargados para el brindis y la sonrisa entre las sombras.

Entonces pasaron miles de años escribiéndose así mismo, omitiéndose, armando su propio cuento, su propia justificación, días y pasos lentos que siempre pueden abarrotarse para ponerle freno a la mala jugada del tiempo y sus acomodos. 

Se moldearon conforme podían ajustarse de la vida. ¿Quién podría culparlos? cuando todo fluye a la velocidad de las sombras, no hay apuros ni relajos en la patria de los clandestinos. Se hace lo que se puede en la medida de lo que se presenta como falaz e innecesario.

¿Cuántas veces se puede crispar los dedos?. Todas las que se puedan.

¿Cuántas veces puedes tirar la bomba de humo?. Toda vez que sientas que no te cuadra lo que observas o lo que buscas.


¿Cuántas veces puedes ser taxativo?. Sólo una vez en la vida.



:: El Rio invisible ::

Es hacia el ocaso, hacia esa curiosa, hacia esa curiosa,  hacia esa curiosa dirección por dónde nos inclinábamos cuando éramos chicos. En el...