:: Cuando el Cóndor llame ::

Sucesivo harta el hartazgo,
interminable,
Ciego de tanto centelleo,
de tantos flashazos en la cabeza,
me miran y ruegan que los recuerde 
para babear un rato.

Moldeando sin paja
ni greda que acaba en lágrimas,
en el camino pies descalzos
haciendo el quite a la inmensidad
socorro el asilo donde suelo enviar
muchos momentos que sucumbieron
en un cuarto de otras vidas,
de otro tiempo
siendo ajeno
acogido
escapando
me escondí
salí sin prisa
hice llover el destierro
del pacífico
caminé y caminé,
sigo caminando
sigo mirando gritos
y escupiendo miradas perdidas
me pierdo en el mapeo de cada mañana
disfruto de suspenderme en el vacío
de un punto fijo
viajo a la velocidad de mis palabras
y ya viaje demasiado
mientras tanto sigo en la maquinaria
que se mantiene y reproduce por mi propia voluntad.

Esto de chocar con todas las fronteras
eso de acurrucarse en medio de la nada
sentado en la escalera de la puerta trasera
el bajo mundo sostiene la definición de las
cicatrices que nos tatuamos como un lindo recuerdo
en un lugar que no alcanzamos a cohabitar.

Es justo aquí donde habitamos,
la patria libre de las elucubraciones,
llegamos tarde al don de los paneles
la electro conexión sincopática
que nos mantendría en refugio,
al margen de los adornos
al margen de la ley
al margen hasta de nosotros mismos,
porque ser es parte de ceder,
cediendo dejas de ser para ser algo mas,
fluyendo, sin importancia.

Arrebolando detrás de las alas del cielo,
escondido volando van todos mis deseos
llantos que supura las venas
la sangre nace del cielo
mientras ignorante de lo que nos rodea
seguimos esperando
que baje la marea
que el cóndor aterrice en el lugar preciso
los astros sigan su rumbo 
y por esas cosas casuales

los puntos se crucen otra vez.

O en los sueños.

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