:: Nudo Ciego ::





Nudos de miradas en la sombra serpenteante, bajo la mesa servida de las promesas rotas.

Voltearnos un par de pasos, quitando algo de color a las imágenes que acuden para situarse en un reminiscencia propia.


Quizás para recordar olvidando, o anularse como si se tratara de una piedra que mella todo el placer de aunarse con ausencias que ya prescribieron

En un mundo privado de situaciones pueriles, usamos artimañas con prestancia y dedicación.

El perfume consuetudinario en el cuello, la danza salina que junta los océanos, manos que se pierden en continentes que aguantaron demasiado, ritos ancestrales que heredamos sin que nadie nos haya lastimado profundamente.

Miradas que husmean de reojo, anunciando el magma singular de la carne ardiente, caricias salinas solapadas por lo bajo, entonces las miradas, entonces la rodilla, entonces la sonrisa, entonces fuimos tantas noches sin querer, tantos gritos y gotas de cristal que se perdieron en el vaho de una de tantas despedidas líquidas, desgarradas y sin gracia.


La expectativa siempre supo desnudarnos en el momento preciso. Las miradas se perdían entre la piel de ojos humeantes, con olor a eternas costumbres de sábanas limpias, perdidas en un rincón escondido de todo lo que pudo ser.

Y seguimos volteando. La mirada, la cabeza, el teléfono, el gusto por acomodar nuevas imágenes de refrescan la vida. Porque ¿De eso se trata verdad? acomodar para seguir olvidando en el recuerdo de lo que fuimos; anulándonos como piedras que vuelven a la mano del que las lanzó.

Nos hemos dedicado a contarnos cuentos en un mundo plagado de situaciones y perfumes que nos invocan en todas partes.

Estamos obligados a renunciarnos por siempre, bostezando recuerdos ahogados en un día de algarabía cualquiera. Nada encaja de manera silvestre, todo sabe a notas desafinadas por el cadalso estampado en nuestra respiración cuando juntamos nuestros miedos.

Nudos viejos que sujetan carretas y barcazas apolilladas, el sol juega con estos huesos viejos de tanto recordar olvidando, he dejado que el viento me hable de ti; en cada banca levanto un pañuelo blanco para ver si te has ido de repente.


Amarrada en mis nocturnos puedo abrazarte en silencio; anudada en mi garganta te aflojo, te lanzo al vacío de una hoja blanca, desabrocho tu sonrisa y te desnudas, te recuerdo, te hago eterna, te acabas en mis lágrimas.

Y luego te desatas completa,


desapareces...









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