:: Engerer y los nocturnos ::

Es una noche ciega, sosegada, ajustada a una mirada que insiste en perderse.

Todo es un sobrante de una espera que ha durado demasiado.

Cuando estoy afuera, siempre pienso en las noches que no estuve, en esas que me buscabas como la sombra busca la oscuridad imposible y salvajemente muerta.

He pensado en tantas imàgenes, tantos fotogramas indolentes que pasaron en cada una de nuestras noches ausentes de nosotros mismos.

A veces puedo bajar el vidrio para perderme en el bajo fondo de tantos recovecos olvidados, donde pudimos ser una relato basado en hechos reales.

Pero bueno, fuimos condenados a vivir en la ficción de todo lo que pudo ser. Y no fue.

Viejos caminos han sabido dibujarnos tiernos surcos en las menudencias de lo que somos a diario, en ausencia de nosotros.

Demàs está pedir perdón por todo aquello y lo demás.

Hemos estado demás hace tantos años.

Fuimos niños perdidos en el tiempo equivocado.

Esquivando promesas nonatas que ahogamos con la esperanza ebria de la casualidad de cada uno.

Ilusos fantasmas que hicimos de la vida una gloriosa promesa de espejos que se engañan cada vez que ofrecemos el cuerpo para ser devorado por la rutina de nuestras esclavas decisiones que sirvieron simplemente para sofocar esta hoguera que insiste en arder, pese a todo el océano que nos ha separado de tanta capacidad de amar.

Siempre estas ahí y yo del otro extremo.

Me pregunto en qué momento aprendimos a dejar de involucrarnos.

Y la vida sigue riendo a carcajadas de nuestra propia felonía. Marejadas de mortuoria melancolía suelen acudir a moldear nudos en la guata. Innecesarios como el malgastado aroma de justas edificaciones solemnes que enarbolamos como acuerdos para evitar el llanterio grotesco que nos merecemos de tanta idiotez sin mucha gracia. Nudos en la guata que atesoramos en lo mas profundo de la vivencia, ahí, cuando la mirada se perdió en cada vaso vacío que levantamos en nuestra memoria

O a tu salud.

Donde las casualidades no nos pertenecen,
Ni acontecen.

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