1.28.2018

:: Engerer y los nocturnos ::

Es una noche ciega, sosegada, ajustada a una mirada que insiste en perderse.

Todo es un sobrante de una espera que ha durado demasiado.

Cuando estoy afuera, siempre pienso en las noches que no estuve, en esas que me buscabas como la sombra busca la oscuridad imposible y salvajemente muerta.

He pensado en tantas imàgenes, tantos fotogramas indolentes que pasaron en cada una de nuestras noches ausentes de nosotros mismos.

A veces puedo bajar el vidrio para perderme en el bajo fondo de tantos recovecos olvidados, donde pudimos ser una relato basado en hechos reales.

Pero bueno, fuimos condenados a vivir en la ficción de todo lo que pudo ser. Y no fue.

Viejos caminos han sabido dibujarnos tiernos surcos en las menudencias de lo que somos a diario, en ausencia de nosotros.

Demàs está pedir perdón por todo aquello y lo demás.

Hemos estado demás hace tantos años.

Fuimos niños perdidos en el tiempo equivocado.

Esquivando promesas nonatas que ahogamos con la esperanza ebria de la casualidad de cada uno.

Ilusos fantasmas que hicimos de la vida una gloriosa promesa de espejos que se engañan cada vez que ofrecemos el cuerpo para ser devorado por la rutina de nuestras esclavas decisiones que sirvieron simplemente para sofocar esta hoguera que insiste en arder, pese a todo el océano que nos ha separado de tanta capacidad de amar.

Siempre estas ahí y yo del otro extremo.

Me pregunto en qué momento aprendimos a dejar de involucrarnos.

Y la vida sigue riendo a carcajadas de nuestra propia felonía. Marejadas de mortuoria melancolía suelen acudir a moldear nudos en la guata. Innecesarios como el malgastado aroma de justas edificaciones solemnes que enarbolamos como acuerdos para evitar el llanterio grotesco que nos merecemos de tanta idiotez sin mucha gracia. Nudos en la guata que atesoramos en lo mas profundo de la vivencia, ahí, cuando la mirada se perdió en cada vaso vacío que levantamos en nuestra memoria

O a tu salud.

Donde las casualidades no nos pertenecen,
Ni acontecen.

1.16.2018

:: Nudo Ciego ::





Nudos de miradas en la sombra serpenteante, bajo la mesa servida de las promesas rotas.

Voltearnos un par de pasos, quitando algo de color a las imágenes que acuden para situarse en un reminiscencia propia.


Quizás para recordar olvidando, o anularse como si se tratara de una piedra que mella todo el placer de aunarse con ausencias que ya prescribieron

En un mundo privado de situaciones pueriles, usamos artimañas con prestancia y dedicación.

El perfume consuetudinario en el cuello, la danza salina que junta los océanos, manos que se pierden en continentes que aguantaron demasiado, ritos ancestrales que heredamos sin que nadie nos haya lastimado profundamente.

Miradas que husmean de reojo, anunciando el magma singular de la carne ardiente, caricias salinas solapadas por lo bajo, entonces las miradas, entonces la rodilla, entonces la sonrisa, entonces fuimos tantas noches sin querer, tantos gritos y gotas de cristal que se perdieron en el vaho de una de tantas despedidas líquidas, desgarradas y sin gracia.


La expectativa siempre supo desnudarnos en el momento preciso. Las miradas se perdían entre la piel de ojos humeantes, con olor a eternas costumbres de sábanas limpias, perdidas en un rincón escondido de todo lo que pudo ser.

Y seguimos volteando. La mirada, la cabeza, el teléfono, el gusto por acomodar nuevas imágenes de refrescan la vida. Porque ¿De eso se trata verdad? acomodar para seguir olvidando en el recuerdo de lo que fuimos; anulándonos como piedras que vuelven a la mano del que las lanzó.

Nos hemos dedicado a contarnos cuentos en un mundo plagado de situaciones y perfumes que nos invocan en todas partes.

Estamos obligados a renunciarnos por siempre, bostezando recuerdos ahogados en un día de algarabía cualquiera. Nada encaja de manera silvestre, todo sabe a notas desafinadas por el cadalso estampado en nuestra respiración cuando juntamos nuestros miedos.

Nudos viejos que sujetan carretas y barcazas apolilladas, el sol juega con estos huesos viejos de tanto recordar olvidando, he dejado que el viento me hable de ti; en cada banca levanto un pañuelo blanco para ver si te has ido de repente.


Amarrada en mis nocturnos puedo abrazarte en silencio; anudada en mi garganta te aflojo, te lanzo al vacío de una hoja blanca, desabrocho tu sonrisa y te desnudas, te recuerdo, te hago eterna, te acabas en mis lágrimas.

Y luego te desatas completa,


desapareces...









1.12.2018

:: Polvo de Volantín Corta'o ::



Hace un tiempo, fuimos hijos del polvo.

Los días no tenían motivos para despedir al sol.

Ausencia de la memoria, el presente sin recuerdos.

Nos bastaba con abrir los ojos y tirarnos de la cama.

Nos bastaba con salir corriendo, para seguir corriendo y terminar exhaustos de tanto olvido.

Simples como el verano, suaves como el otoño, blancos de tanto amar, verdes racimos sin frutos
ni motivos necesarios.

Hace un tiempo no estabas aquí, en aquella foto.

Eramos el viento que mecía el pasto seco. 
Canchas de tierra entre las quebradas y arcos de piedra.
Estepa de invierno y quizás de barro.
Primavera de patria ajena sin importancia.
Ventoleras febriles de ropa nueva.
Un volantín cortado desató toda esta locura, 
todos corrimos cerro abajo, 
todos queríamos la gloria,
muchos cayeron en el camino, 
muchos ya murieron, 
otros simplemente se fueron
(o desaparecieron).
Creo que nadie pudo llegar a tocarlo.
Creo que nadie es digno de alcanzarlo.

Ahora
-como hace un tiempo-
somos parte del polvo.

Tantos polvos, que nos llenamos de polvo.
Tanta mugre acumulada nos consumió.

En esta senda inocente que debe avanzar sin retorno.

Avanzamos tranquilos al destino de la nada.

En él tránsito, nos fuimos vistiendo de recuerdos,
porque quizás seamos sólo eso: el recuerdo para los otros;
seguro estamos que lo seremos. Seremos eso o simples cifras.

Nadie recordará por quién lloramos, nadie podrá reírse como nosotros. Nadie pudo entrar en nuestra preciada soledad, ni nunca podrá.


Curioso volantín que se fue cortado, como tantas veces nosotros fuimos el volantín.

Fuimos cortados, nos fuimos cortados, nos cortaron la luz, quizás el agua, el cable colgado, el sueldo, nos cortaron de una pega, nos mandaron a la mierda, pero aprendimos que nadie se muere de amor.


La vida si se pudiera rebobinar. 
Cuánto tiempo ha pasado ya.
Desde aquella vez que nos escondimos para que nos encontraran, 
todavía esperando que nos libren, 
todavía sigo buscando a quién devolverle la pinta y hacerle millones de preguntas.
Sigo saltando los números para poder sobrevivir y llegar a fin de mes, sigo dibujando caballos de bronce en mi espalda, cuando tengo algún loco recreo de mi mismo.
A veces quisiera volver a trepar a los árboles, a escalar muros; a invadir iglesias gringas para recostarme en el pasto, lo único verde que había en la pobla en esos años.

Ahora, sabemos que de tanto polvo, volveremos al polvo.
el tiempo seguirá abriendo surcos en nuestro cuerpo, 
seguirá nevando en la cabeza, el estadio se irá pelando lentamente.

En el vuelo somos uno.
En el polvo al menos fuimos dos.

Y todos seguimos buscando el volantín cortado. 

En silencio nos empolvamos.
En silencio nos acordamos.

En silencio elaboramos falacias para dibujar caminos imaginarios
que nos alejan un rato del polvo.

Hace un tiempo fuimos hijos del polvo.

Hace tiempo fuimos niños.

Hace tiempo somos lo que somos
hace tiempo.

Hace tiempo,
el polvo.

Quizás mañana lo alcanzaremos,
para volar.













:: El Rio invisible ::

Es hacia el ocaso, hacia esa curiosa, hacia esa curiosa,  hacia esa curiosa dirección por dónde nos inclinábamos cuando éramos chicos. En el...