:: Transfusión ::




La sangre, 
el caminante espectral.

Marchamos al exilio
El inviernos sin remordimientos
se cuela en el alma, 
drenándola entera.

El plexo digital conmueve de manera individual.
El trono de hielo nos pertenece. 
El pilar de escarcha se corrompe en nuestro propio silencio,
mientras aullamos y aullamos como un lobo solitario,
abucheado por las ovejas.

La sangre.
El temblor eterno.

El bullicio del vacío sin fondo,
todos hablan, 
todos gritan, 
que se callen, 
que se callen.

La sangre, 
las calles negras.

Entereza ligada al tedio
que se rompe como un cristal,
gélidas garras corrompen el corazón de piedra, 
los mártires lo devoran
como la última cena prometida 
de la mercadotecnia.

La sangre, 
el abrazo vampírico de la suerte.

La cifra final, el cuento terrible.
Alocadas frases se pasean como fantasmas,
el pulso se congela, 
la helada blanca se desnuda,
me toma, 
me lleva, 
me conmueve, 
me cierra y me abre 
como un sacrificio silvestre.
Alas abiertas para contener el fuego
de mi pasión mezquina
y algo cansada.

La sangre, 
el sistema.

La poderosa matriz me apaga,
no le convengo, 
no soy un buen trato.
Intento zafar de toda maldición, 
sigo temblando de frío, 
sigo temblando de soledad,
todos me sobran, 
todos me adornan, 
soy el árbol de pascua que cuelga sus amuletos
en cada rostro que intenta acompañarme.

La sangre,
el exilio.

Ahora marcho solo, 
soy yo el único, el original,
sobreviví a todas las copias de mi mismo.
Afuera no hay nada mas que una prosecución
de una raza que no me interesa.
Ellos ganaron, ellos nos vencieron, 
ellos nos obligaron a marcharnos.

La sangre, 
la huella.

La caminata espectral.
Todas las micros me sirven, 
todos pagan en mi viaje, 
de todos tomo algo,
vivo todos mis últimos momentos a diario.
Siento que las manos se transforman en relámpagos.

La sangre,
el descanso.

Somos el desastre que nos une,
el orden que se opone al odio, 
la vasija sagrada de los dioses, 
que juegan a lograrnos expectativa, 
siendo parásitos de la esperanza.

La sangre, 
las venas heladas

Secas, taciturnas, orgullosamente vacías.
Sólo aquel que acepta su propio reflejo 
puede perdonarse
y mandarse a cambiar.

Donde nadie nos espera.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Paganini (diabolus in musica) Adagio flebile con sentimento

:: Nocturno ::

La autopoiesis de Maturana (y Varela): ¿Seres sociales o seres individuales?