:: Los Perdidos a Media Voz ::



I

He dejado la puerta entreabierta,
quizás a media luz,
a media luz esperando siempre 
que salga el sol del otro lado,
a ver si me arrastra,
a ver si me alienta,
a ver si dejo este vaso medio lleno,
(medio vacío),
a ver si me vuelco a una implosión tutelar,
sin muchas evidencias posibles,
ni ejemplares reciclables.

Camino desde el sur, hacia el sur, hacia el extremo.
El eje del fin del mundo aguanta todo el peso,
del oscuro sosiego matutino.

Caminas por geografías conocidas, has asumido la resolución de tus propios laberintos, 
el puzzle está casi completo, 
pero vacío, 
siempre está el vacío. 
Hace frío, el sendero no permite cambios, las horas igual, la vuelta es lo mismo.
Cuerpo coraza que cubre la nada, 
el suspiro que nunca rebota en el interior, 
la sangre que brota como 
retazos de algo que no nos pertenece.

Sólo el dolor habla por nosotros, 
sólo hay sangre cuando enfrentamos el miedo y, 
curiosamente, 
no queremos morir,
algunas veces.
  
II

Han dejado de llamarnos, 
parece que nos hemos extinguido, 
afuera hay un par de monigotes que aparecen encuadrados 
con voces moduladas, 
repartiendo migajas que sobran de sus dietas, 
hablando de un lugar a través de las cifras y la ley, 
la maldita jurisprudencia,
todo en nombre de la república en la medida de lo posible

Y nos hablan a nosotros, 
los hijos de la república del silencio, 
los que estamos conformados por cifras y símbolos, 
los que asechamos las hojas de la historia para borrarla con el codo, 
en ese rebote cósmico de una existencia que a nadie le importa; 
somos un engaño, 
la mentira viviente del sentido verbal, 
los usurpadores del equilibrio, 
la voluntad de poder arrasar con todo 
¿No me crees?
 Llena tu cartera de billetes hasta que puedas nadar en ellos, 
luego háblame de moral y costumbres varias acerca de la masturbación.

Caminamos en la insuficiente capacidad de resolver nada, 
somos lo incorrecto, 
lo banal, 
el residuo sobrante, 
la propia deshumanización de la experiencia, 
el pequeño umbral del pragmatismo virulento,
una ausente metáfora hinchada de su propia gravedad.

III

Dejo la puerta entreabierta, 
en el ojo del pasto hay una espina de sangre, 
Camino el cementerio que ahoga la lluvia, 
todos luchan para perderlo todo, apuestan el tiempo 
para cambiarlo por el viaje que nos prometen a diario, 
esa maldita marginalidad del espíritu, 
esa proeza de ser unos perdedores,
he ahí nuestro orgullo, 
nuestra clandestina patria del placer.

Seria tan fácil si pudiéramos
dar la media vuelta, 
tomar el último tren, 
exiliarnos al olvido;
pero la muerte se escribe sola
una raya en el océano silvestre, 
un descanso en el hollín de tu propia cama, 
las uñas cortadas, la cara sucia de tanto mirar siempre al espejo, 
las escamas de nuestros sueños llacen ahí, en lo mas profundo
de la propia consideración social.
La mirada perdida, el cáliz de sexo, la humedad de tus recuerdos, 
fantasmas que acompañarán la descomposición del cuerpo.

Dejo la puerta entreabierta, y observo a nuestros cuerpos fusionarse 
con la plenitud de la pasión, 
siendo la propia suspensión del juicio, 
haciendo carne el olvido de si mismo, 
haciendo sangre las historias que chocan formando una galaxia, 
estrellas en el reflejo de tus ojos entreabiertos, 
sinfonías lujuriosas que brotan como hierba despues de la lluvia, 
Gemidos en curva que rompen toda línea recta, 
aferrados al miedo de perdernos el uno del otro, 
somo el instante fugaz que vale la pena recordar, 
quizás sea ese el motivo supremo del viaje 
el sentido inagotable de nuestra existencia.

Cierro y abro la puerta, 
amor y odio se funden al rojo vivo, 
el sol llueve húmedo el apogeo del invierno,
la primavera siempre tuvo matices de falacias indolentes, 
el manto de los días nublados, 
la noche, 
el frío, 
las posas de barro, 
Yo, 
Tú, 
Ellas, 
Ellos, 
los otros, 
nosotros...

Los perdidos a media voz.

-

Abre la puerta.





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