:: Rebote ::



¿Es imposible ahuyentar la costumbre de pasar desapercibido?

Camina como alguien que no tiene rostro ni mucha indulgencia.

Pasa con mucha pena, satisfecho de la experiencia diaria sin que a nadie le importe, 
pero en la gloria.

Todos están ahí, a tu alrededor; son seres sin rostros, sin forma muchas veces, todos los días rebotan en tu mirada, sin que te importe demasiado.

Hay un total interés en ir y volver, en ir y volver, en rebotar como una pelota que sube y baja del cielo hacía el infierno, y vuelve a rebotar.

Vida que rebota como un delicioso veneno que oxida la vital inocencia.

La mayoría del tiempo no emite palabras, conversa consigo mismo, juzgando el prejuicio ajeno. 
Cree que avanza mientras sigue rebotando, sigue elaborando jornadas que no salvan a nadie del destierro de su mirada, cuando trata de volver al inicio, cuando trata de resetearlo todo y poder dormir en paz.

Hay veces que las imágenes de la realidad rebotan en el vidrio del viaje, el vaho misterioso de los pasajeros a su alrededor, nublan el destino y no queda otra que hurgar en las otras cifras, acudiendo al placer tan humano que nos insta a  fisgonear, a buscar en los colores, los aromas y las miradas ajenas, algo que pueda fraternizar esa soledad de ida y vuelta.

El resto del día mete la cabeza en lo inverosímil, en lo falaz de la existencia, desaprovechando el tiempo concedido para cambiarlo por fichas para el carnaval, delegando toda la responsabilidad en sus decisiones, que siempre son con mucho desacierto.

A veces puede ser un discreto carnaval y gastarse sus fichas en su cuerpo, tomando el sexo con mucha fuerza, sus manos ahora son un par de tenazas que urgen en infringir dolorosas meditaciones en el cuerpo, para gritarle a todos que aún vive y dejará por siempre
que lo vean sufrir.

Tal es el calvario de los inocentes que se esconden de la meticulosa casualidad, 
que tejemos cuando nos lanzamos en caída libre, 
cuando abrimos los ojos sin saber despertarnos.


El puede seguir o no nuestro consejo 
¿No lo crees? 
Total, nosotros somos mejores, somo especiales, somos ¡Los Mejores!.

El siempre sigue su ruta, incluso si está desempleado o con pareja estable, desahuciado o con vacaciones en el extranjero, con ellos o sin ellas, con ganas o con la nausea del séptimo día.

Por las noches acude a consolarse con dolores ajenos, se introduce en el drama ficticio de creaciones imaginarias para llorar sin remordimientos, 
o a veces ríe como un infante sin memoria, 
suele colgarse de las reflexiones en serie y se queda pensando... 


Por lo regular está acompañado y se siente bien solo. A veces esta solo y conversa con el placer de sacudirse como un salvaje, la proyectora imaginaria le dibuja una mirada perdida, su mano dibuja el contorno de su sexo, las manos suben y bajan, a veces suaves, a veces tenues, a veces se detienen y la mirada perdida es una contemplación de reliquias pasadas; su cuerpo se transporta en la rigidez mental de la contorsión, la presión se fusiona con el placer de someterla, se la imagina húmeda, sin miedo, levantada por un puñal de carne que la penetra sin piedad, sus manos rebotan en paredes imaginarias, los gemidos son incesantes y su cuello es envuelto por los brazos de aquella mujer serpiente con muslos de yegua pura sangre y boca de pescado con alas. El ocaso es inminente y la leche tibia derramada entre sus manos dibuja un sendero blanco y viscoso que baja por sus piernas. Y ese es el momento en donde se vienen a la cabeza todos los pensamientos posibles: La existencia sublime, la eternidad, el caos, las estrellas, el cosmos, dios, la cantidad de seres humanos en el planeta, la infinidad de microorganismos que conviven en toda esta miseria, la cantidad de basura que generamos todas las semanas, la condición de ser producto de un orgasmo, el futuro que no tarda en aparecer, todo es un rebote de cavilaciones que se van disipando al volver del viaje. No por algo lleva mas de veinte años sometiéndose al clímax del destierro personal. 

A veces se limpia con algún pedazo de papel confort, las otra suele frotarse las manos para indagar en la efímera existencia de los seres que pudieron ser y no fueron mas que engañados producto del placer propio. A veces piensa en lo ridículo del castigo eterno que prometió su madre cuando lo pilló una vez cuando era niño. Las otras, suele meditar en el egoísmo que dilata la memoria, concluyendo todas las veces que la propia existencia es un error que hay enmendar a diario.



Rebote tras rebote, ha descubierto que la pelota sigue envejeciendo y las paredes siguen ahí, 
(La verdad es que, a veces, es imposible pasar desapercibido)
mutando 
de una generación 
a otra.


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