7.29.2017

:: Transfusión ::




La sangre, 
el caminante espectral.

Marchamos al exilio
El inviernos sin remordimientos
se cuela en el alma, 
drenándola entera.

El plexo digital conmueve de manera individual.
El trono de hielo nos pertenece. 
El pilar de escarcha se corrompe en nuestro propio silencio,
mientras aullamos y aullamos como un lobo solitario,
abucheado por las ovejas.

La sangre.
El temblor eterno.

El bullicio del vacío sin fondo,
todos hablan, 
todos gritan, 
que se callen, 
que se callen.

La sangre, 
las calles negras.

Entereza ligada al tedio
que se rompe como un cristal,
gélidas garras corrompen el corazón de piedra, 
los mártires lo devoran
como la última cena prometida 
de la mercadotecnia.

La sangre, 
el abrazo vampírico de la suerte.

La cifra final, el cuento terrible.
Alocadas frases se pasean como fantasmas,
el pulso se congela, 
la helada blanca se desnuda,
me toma, 
me lleva, 
me conmueve, 
me cierra y me abre 
como un sacrificio silvestre.
Alas abiertas para contener el fuego
de mi pasión mezquina
y algo cansada.

La sangre, 
el sistema.

La poderosa matriz me apaga,
no le convengo, 
no soy un buen trato.
Intento zafar de toda maldición, 
sigo temblando de frío, 
sigo temblando de soledad,
todos me sobran, 
todos me adornan, 
soy el árbol de pascua que cuelga sus amuletos
en cada rostro que intenta acompañarme.

La sangre,
el exilio.

Ahora marcho solo, 
soy yo el único, el original,
sobreviví a todas las copias de mi mismo.
Afuera no hay nada mas que una prosecución
de una raza que no me interesa.
Ellos ganaron, ellos nos vencieron, 
ellos nos obligaron a marcharnos.

La sangre, 
la huella.

La caminata espectral.
Todas las micros me sirven, 
todos pagan en mi viaje, 
de todos tomo algo,
vivo todos mis últimos momentos a diario.
Siento que las manos se transforman en relámpagos.

La sangre,
el descanso.

Somos el desastre que nos une,
el orden que se opone al odio, 
la vasija sagrada de los dioses, 
que juegan a lograrnos expectativa, 
siendo parásitos de la esperanza.

La sangre, 
las venas heladas

Secas, taciturnas, orgullosamente vacías.
Sólo aquel que acepta su propio reflejo 
puede perdonarse
y mandarse a cambiar.

Donde nadie nos espera.

7.17.2017

:: El Resplandor ::




Yo subí y bajé varias veces a pata por Cumming.

Me fumé no se cuantos cigarrillos.

Los escalones siguen intactos,
la gente insiste en pasar desapercibida.

El cuerpo como punto exacto 
henchido de recuerdos.

Vi pasar las horas sentado ahí, 
esperando.

Sabía que las horas y los otros eran nuevos desconocidos,
en una historia invisible sin mayores aspiraciones.

Siendo la propia historia, caminé por las afueras de tantas imágenes
inconclusas.

Uno nunca sabe cuando terminan de sorprenderte las avenidas sin 
un final aparente.

Muchas veces el pasado puja por volver a nacer fértil y dócil,
como si mi cuerpo fuera un pesado umbral que se quiebra
en miles de segundos pasados, 
con aromas y sabores explosivos, 
con alimento de perro guacho y viejo,
que camina sin prisa
a pesar del brillo en sus ojos.

Muchas veces busqué y busqué, 
mirando a través de la gran ventana,
a través del metro, a través del tiempo no concedido;
desaparezco cual fragmento etéreo de tu historia,
tirando la bomba de humo para zanjar todas las dudas.

Muchas veces el pasado es un compás nocturno
de pianos salinos,
que no terminan de doler.

Algunas veces prefiero caminar en secreto,
gritándome al oído mi propio nombre, 
como aquellas vez.

Ahora último, 
bajo mas seguido al centro, 
ahora fumo mi propia estación, 
siempre esperando:

Esperando bajo la casualidad

o al inicio de nuestro propio tiempo.



7.06.2017

:: Los Perdidos a Media Voz ::



I

He dejado la puerta entreabierta,
quizás a media luz,
a media luz esperando siempre 
que salga el sol del otro lado,
a ver si me arrastra,
a ver si me alienta,
a ver si dejo este vaso medio lleno,
(medio vacío),
a ver si me vuelco a una implosión tutelar,
sin muchas evidencias posibles,
ni ejemplares reciclables.

Camino desde el sur, hacia el sur, hacia el extremo.
El eje del fin del mundo aguanta todo el peso,
del oscuro sosiego matutino.

Caminas por geografías conocidas, has asumido la resolución de tus propios laberintos, 
el puzzle está casi completo, 
pero vacío, 
siempre está el vacío. 
Hace frío, el sendero no permite cambios, las horas igual, la vuelta es lo mismo.
Cuerpo coraza que cubre la nada, 
el suspiro que nunca rebota en el interior, 
la sangre que brota como 
retazos de algo que no nos pertenece.

Sólo el dolor habla por nosotros, 
sólo hay sangre cuando enfrentamos el miedo y, 
curiosamente, 
no queremos morir,
algunas veces.
  
II

Han dejado de llamarnos, 
parece que nos hemos extinguido, 
afuera hay un par de monigotes que aparecen encuadrados 
con voces moduladas, 
repartiendo migajas que sobran de sus dietas, 
hablando de un lugar a través de las cifras y la ley, 
la maldita jurisprudencia,
todo en nombre de la república en la medida de lo posible

Y nos hablan a nosotros, 
los hijos de la república del silencio, 
los que estamos conformados por cifras y símbolos, 
los que asechamos las hojas de la historia para borrarla con el codo, 
en ese rebote cósmico de una existencia que a nadie le importa; 
somos un engaño, 
la mentira viviente del sentido verbal, 
los usurpadores del equilibrio, 
la voluntad de poder arrasar con todo 
¿No me crees?
 Llena tu cartera de billetes hasta que puedas nadar en ellos, 
luego háblame de moral y costumbres varias acerca de la masturbación.

Caminamos en la insuficiente capacidad de resolver nada, 
somos lo incorrecto, 
lo banal, 
el residuo sobrante, 
la propia deshumanización de la experiencia, 
el pequeño umbral del pragmatismo virulento,
una ausente metáfora hinchada de su propia gravedad.

III

Dejo la puerta entreabierta, 
en el ojo del pasto hay una espina de sangre, 
Camino el cementerio que ahoga la lluvia, 
todos luchan para perderlo todo, apuestan el tiempo 
para cambiarlo por el viaje que nos prometen a diario, 
esa maldita marginalidad del espíritu, 
esa proeza de ser unos perdedores,
he ahí nuestro orgullo, 
nuestra clandestina patria del placer.

Seria tan fácil si pudiéramos
dar la media vuelta, 
tomar el último tren, 
exiliarnos al olvido;
pero la muerte se escribe sola
una raya en el océano silvestre, 
un descanso en el hollín de tu propia cama, 
las uñas cortadas, la cara sucia de tanto mirar siempre al espejo, 
las escamas de nuestros sueños llacen ahí, en lo mas profundo
de la propia consideración social.
La mirada perdida, el cáliz de sexo, la humedad de tus recuerdos, 
fantasmas que acompañarán la descomposición del cuerpo.

Dejo la puerta entreabierta, y observo a nuestros cuerpos fusionarse 
con la plenitud de la pasión, 
siendo la propia suspensión del juicio, 
haciendo carne el olvido de si mismo, 
haciendo sangre las historias que chocan formando una galaxia, 
estrellas en el reflejo de tus ojos entreabiertos, 
sinfonías lujuriosas que brotan como hierba despues de la lluvia, 
Gemidos en curva que rompen toda línea recta, 
aferrados al miedo de perdernos el uno del otro, 
somo el instante fugaz que vale la pena recordar, 
quizás sea ese el motivo supremo del viaje 
el sentido inagotable de nuestra existencia.

Cierro y abro la puerta, 
amor y odio se funden al rojo vivo, 
el sol llueve húmedo el apogeo del invierno,
la primavera siempre tuvo matices de falacias indolentes, 
el manto de los días nublados, 
la noche, 
el frío, 
las posas de barro, 
Yo, 
Tú, 
Ellas, 
Ellos, 
los otros, 
nosotros...

Los perdidos a media voz.

-

Abre la puerta.





:: El Rio invisible ::

Es hacia el ocaso, hacia esa curiosa, hacia esa curiosa,  hacia esa curiosa dirección por dónde nos inclinábamos cuando éramos chicos. En el...