:: Masacre ::



Las nubes se cuelgan en la mirada perdida de las ideas, a veces formando barrotes infinitos que acompañan a la razón.
Siempre hay huellas que van cayendo de la bóveda del conocimiento, en la corroída meditación adolescente.
Somos sobrevivientes, a veces parchados, a veces asesinados y vueltos a la vida; quizás por miedo a lo inmediato, quizás por el silencio de la inocente calma a la que todos somos llamados con probidad.
Y los barrotes invitan al umbral de la locura. Y en la sumida depresión todo tiene sentido, y en esa paz que se requiere para borrar todo a nuestro alrededor, la mayoría de la veces no hay vuelta atrás.
¿Y quienes somos para citar la palabra como el escupitajo sagrado de los dioses, para enjaular los pájaros divinos que quisieron volar, a expensas de la negación silvestre de la esperanza?.
Atravesando las ramas del viejo árbol y sus descendencia marchita en un cúmulo de hojas negras de tanta memoria inmisericorde, el vuelo del ave es presa del silencio de las nubes, y la sombra como huella en esta vieja azotea que cobija toda la humanidad.
La tierra se humedece con el llanto de las marionetas, el invierno desaparece con el sol, la ultrajada pronunciación de las algarabías estivales que siempre esperamos con júbilo. El hastío grotesco contra el hambre del tiempo, y el puñal como un báculo sagrado para repartir justicia con sabor a moscas blancas en un hálito infinito.
Y algunos cruzaron el umbral y nunca pusimos atención, cegados por el miedo vindicador, carcomidos por un sello sagrado de libertad que no nos viene bien.
Esclavos tras esclavos, la marcha de los débiles nos abraza con destreza, las vestimentas se tatuaron en la sangre, para circular con el peso absoluto del fracaso por las avenidas incorregibles de la razón, en detrimento de los valles ancestrales de la muerte, que nos empareja toda la partida.
¿Y quién eres tú para encerrarlo todo en un códice imaginario? ¿Osas cerrar la puerta giratoria de los mansos y comerte los nidos celestes que se posan sin miedo en las madrigueras clandestinas de aquellos que hacen todo lo posible?
Ay de todos los juicios helados, ay de las flechas que quieren silenciarlo todo, ay de los embates del fresco amanecer que golpean duro cuando se hace todo en pos de la nada.
Mentira tras mentira, consumimos este mundo,
sin siquiera verlo arder.
En donde los pájaros emigran,
día tras día.

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