:: Gorriones para no dormir ::





Ella no dormía pensando en los gorriones que se posaban en los cables del tendido eléctrico, a las 11 de la mañana.

Insistía en mirarlos, en comprender todo este silencio de una ciudad dormitorio, en donde las moradas guardan luto por su habitantes que partieron temprano a lugares que si les preguntasen, no quisieran ir...

pero se las vendieron desde que eran niños, y siguen comprando...

Ella no había podido pegar los ojos, tenía sueño, y los gorriones ahora revoloteaban su cabeza. Pensaba en cómo una sonrisa podía mondar el alma para convertirla en una sagrada reliquia que se almacena el cuerpo, sin pensar en que toda decisión puede provocar que las alas de una mariposa destruyan el pequeño cosmos interior de una ilusa equivocación duradera.

Espasmos en el mediodía de la nada,

Un vientecito helado acompañando las nubes que nos protegen de la furia del sol, el pasto seco de la mediocridad contrasta fuertemente con el verde la esperanza, o la envidia; al final siempre crecerá algo verde antes de marchitarse y durar para siempre.

Hay asuntos que merecen todo nuestro descuido, asumidos en un holocausto de falacias verbales con las que erigimos toda una realidad de arena, sin desmerecer que el dolor es algo dramáticamente cierto y corolario de nuestras primeras causas y postulados inconclusos.

Sabiduría como alimento para entorpecer el crecimiento, un pancito pelado, té con canela, el último cigarrillo guacho, paz bostezada con un dejo de trauma, ella se alimentaba con todo el pasado posible, la realidad histórica que azota como el fuego, hija de su propia necesidad, los pájaros la miraban de soslayo para luego alzar el vuelo y echarla al olvido.

Tal es el misterio de los que sobran la calamidad para sembrarse en los ojos ajenos.

Ella era una gusana que viajaba en el estómago de la galaxia, una cienpies de dos corazones que gustaba de burlarse de los cobardes temblorosos, una magnetita que repelía con todo, con todos, con todas...

Ella sabía que nadie era realmente auténtico, que los pájaros eran asesinos implacables, que la naturaleza del tiempo es la construcción de la destrucción para volver a construir, el guano que cagaron los segundos para alimentar la inexistencia de lo que planeamos imaginariamente.

Era preciso entonces una sonrisa.

O acariciar al gato.

O Apagar el cigarro.

O solamente....

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