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La observancia, los detalles,
la mirada.
Todo alrededor.
El mas mínimo elemento.
La histeria,
la calma,
la casualidad matemática de los objetos que rebotan en nosotros ,articulándose en sonidos,
manifestando la existencia
Todo está ahí en el pañol,
en estrecha relación con nuestras propias decisiones.
Y la mutación de los asuntos propios, ahora son de utilidad pública.
Todos gritamos de cierta manera la existencia
en este desastre binario y silencioso, con el único fin de ganarnos un "like".
Y esta bien,
toda existencia es un triunfo, todo aliento vale la pena sopesarlo, toda meditación es una variable que aporta al sin sentido solapado de la humanidad.
Evocaciones que traen a la memoria el milagro de la sobre vivencia.
Desastres que son el alimento de los mansos, culpas asumidas y heredadas, Ideales que mutan y mutan en la dialéctica del razonamiento,
quizás lo único cierto es que nunca habrá espacio para un punto final.
Y da la impresión de que no hacemos falta, y nos esmeramos en existir, esto es, en manifestarnos, en dejar de ser una simple cifra, en dejar de ser "cómodos e impunes anonimistas"
De tanto manifestarse, quizás sea el tiempo de renunciar a la victoria de la moral, quizás no basta con rasgar las vestiduras y hacerse el tuerto,
quizás, y sólo es un quizás, sea el tiempo de mirarse al espejo,
detenidamente,
para que las lágrimas limpien toda la hipocresía,
y la vergüenza se encargue del resto.
En esta época, la más plana de toda la historia, quizás sea el tiempo de la muerte verdadera, no esa que vemos en los sueños y que usamos para huir del dolor.
La muerte, la verdadera muerte,
la división por cero,
que nos acerca al infinito...
a lo que no muere,
ni deja morir.

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