:: Empate por Goleada ::
Pitazo final, último acto sexual.
El último clásico de dos equipo que se jugaron la vida pero,
con este empate,
han hecho realidad el fantasma de deceso.
La moral acomodaticia del arbitro que sancionaba todos los penales posibles, toda la censura de un sencillo acto de reconocimiento que podría haber cambiado toda la historia, toda la ternura del pasto cuando es mas verde en prado ajeno.
El partido ha sido de mucho roce, muchos corazones lesionados o por lesionarse, las hinchadas alentaban al equipo equivocado, mientras las predicciones de un buen final se diluyeron, debido al mal tiempo o a las mentiras..
Desenlace inesperado de un partido que tuvo un comienzo inexplicable, idílico, de novela y que hasta el último minuto se resistió a morir.
Sin embargo a pocos minutos del final, un pescado se retorcía en el circulo central. Espasmo tras espasmo, poco a poco dejo de respirar...ya no se movió mas.
Extraña circunstancia la del pescado, así como la loca sensación de arcos sin iris, sin córnea, sin ganas de mirarse el uno al otro.
Las redes rebosaban miedo y oscuridad, que se supone irían derechito al homenaje póstumo de los jugadores que pretende llevarse el secreto del gol a la tumba. Bastó que un paparazzi usara sus artimañas digitales, para echar por la borda todo ese deseo de tosca voluntad. Es curioso como ambos equipos apelaron a las sombras como estrategia siniestra de auto-engaño.
En este empate no hay culpables, ni caben las putas poesías como vomito terapéutico.
La violencia siempre debió castigarse con tarjeta roja y la traición con el exilio.
Ya no interesa.
Pitazo final que indica el término de un clásico para recordar toda la vida.
Los jugadores se dan la vuelta olímpica, sometidos a sus propios asuntos. Levantan las manos y se despiden de las hinchadas mejillas.
Ya no hay vuelta atrás en este empate con goleada, en donde si bien es cierto hubo buen juego y grandes mortadelas, henos de remitirnos a una máxima del deporte rey: El fútbol, así como el amor, se gana con goles y se pierde por giles.
Pero, como dicen por ahí los chaqueteros:
el fútbol siempre da revanchas,
el amor es una profecía,
destinada a quién la quiera padecer....
El último clásico de dos equipo que se jugaron la vida pero,
con este empate,
han hecho realidad el fantasma de deceso.
La moral acomodaticia del arbitro que sancionaba todos los penales posibles, toda la censura de un sencillo acto de reconocimiento que podría haber cambiado toda la historia, toda la ternura del pasto cuando es mas verde en prado ajeno.
El partido ha sido de mucho roce, muchos corazones lesionados o por lesionarse, las hinchadas alentaban al equipo equivocado, mientras las predicciones de un buen final se diluyeron, debido al mal tiempo o a las mentiras..
Desenlace inesperado de un partido que tuvo un comienzo inexplicable, idílico, de novela y que hasta el último minuto se resistió a morir.
Sin embargo a pocos minutos del final, un pescado se retorcía en el circulo central. Espasmo tras espasmo, poco a poco dejo de respirar...ya no se movió mas.
Extraña circunstancia la del pescado, así como la loca sensación de arcos sin iris, sin córnea, sin ganas de mirarse el uno al otro.
Las redes rebosaban miedo y oscuridad, que se supone irían derechito al homenaje póstumo de los jugadores que pretende llevarse el secreto del gol a la tumba. Bastó que un paparazzi usara sus artimañas digitales, para echar por la borda todo ese deseo de tosca voluntad. Es curioso como ambos equipos apelaron a las sombras como estrategia siniestra de auto-engaño.
En este empate no hay culpables, ni caben las putas poesías como vomito terapéutico.
La violencia siempre debió castigarse con tarjeta roja y la traición con el exilio.
Ya no interesa.
Pitazo final que indica el término de un clásico para recordar toda la vida.
Los jugadores se dan la vuelta olímpica, sometidos a sus propios asuntos. Levantan las manos y se despiden de las hinchadas mejillas.
Ya no hay vuelta atrás en este empate con goleada, en donde si bien es cierto hubo buen juego y grandes mortadelas, henos de remitirnos a una máxima del deporte rey: El fútbol, así como el amor, se gana con goles y se pierde por giles.
Pero, como dicen por ahí los chaqueteros:
el fútbol siempre da revanchas,
el amor es una profecía,
destinada a quién la quiera padecer....
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