:: Recogimiento ::




En es esta quietud salina 
(de ásperas caricias)
donde se refugia la mirada perdida,
 de un inocente amanecer.

Soy toda huellas, 
en este cuerpo que se desinfla,
como un globo de no cumpleaños.

Una mala canción me susurra el frío amanecer,
del silencio necesario.

En la inmensidad de un granito de arena,
en la suculenta pronunciación del océano
como un verbo.
En el vaivén del metro que tanto echaba de menos,
en las cosquillas de mis propias manos,
en un grito a la velocidad de la luz,
en un sólo momento de apelotonadas mansedumbres.
En ese preciso instante, 
pude seguir la huella de una estrella que se caía del cielo,
concediendo este deseo...

Y es que, de tanto pedirle peras al olmo,
un simple acertijo se resolvía en una plácida 
caminata nocturna.

El tiempo como un fantasma,
el brío de los momentos fragmentados,
el aire como el placebo gutural de un agotado descanso,
la memoria y el gusto de jugarme bromas macabras,
tanta gente que habla, que insiste en arroparse
con la indolencia de las sombras.

La vida como una escueta metáfora de tres tiempos,
donde sólo somos un simpático tic tac...

Éter en mis oídos, 
lagañas en mis razonamientos,
la cultura como una excusa, 
mis manos siguen produciendo bocetos de una mala historia,
mis pasos se aceleran para llegar a ninguna parte.

Quisiera dejar de correr aceleradamente,
quisiera domesticarme como una bendita súplica,
quisiera atosigarme con mis dudas
para defecar el miedo y esparcirlo entre mis ojos, 
hasta que al fin pudiera comprender, 
lo valioso de la monotonía de mis deseos,
que se agolpan en mi pecho.

Es en esta quietud salina 
(de dulces conclusiones)
donde suelto vuestras manos
(y vuelo a la delicia del vacío)
con mis alas de cemento...

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