:: Paso ::

Es el flujo grotesco del bullicio por donde aparcaban las dudas.

Había que moverse al costado, erradicar toda metáfora, 
mientras una nube me saluda con la mano en esta ostentosa
putrefacción del miedo.

Era el tedio, la casualidad, esa conocida coincidencia
donde las mentes convergen como constelaciones
indolentes, con tantas ganas de fugarse por ahí
y desaparecer.

El conocimiento mutuo como un acertijo colgado
al pecho de la inocencia, 
el semen glorificado en el vientre de mi madre, 
donde muchas veces quisiera volver.

Hoy mi dios es la muerte 
y la saludo con un simple "todavía no".

Uno quiere ser tantas cosas y compartirse 
con tanta gota de rocío al mediodía, 
con tanto perro guacho
que llegan a contarme sus penas, 
con tanto felino que calienta mis sábanas
antes de acostarme.

Es el flujo indolente del silencio
que suele cobijarme,
y hay tanta gente que me habla
sin decirme una palabra, 
hay tantas vidas que desfilan 
junto a la mía, como palitroques
de un boliche viejo de tanta historia
de vencedores y cifras, 
como luces que se prenden y apagan
sin que a nadie le importe mucho.

Es el camino tatuado en nuestra 
comprensión de la iconoclasta verdad,
parida por todas las mentiras del mundo.

Es en esta mitomanía poética insurgente
donde suelo cobijarme, 
donde suelo sentirme tan cómodo, 
donde suelo alejarme del mayorazgo
emotivo y sensible con que me suelen
atormentar las decisiones que me hacen libre
de toda negación de mi mismo.

Hay una corona de espinas
guardada en mi almohada.

Hay una ventana por donde suelo 
perderme.

Siempre hay un compañero 
de humo
que suelo mirarlo con nostalgia
antes de olvidarle 
y sepultarlo para siempre...






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