:: Noname ::
¿Qué es lo que quiero decir?
Un par de mortecinas y sucias destrezas
negras,
un serpenteo habilitado por palabras,
por meticulosas y atolondradas sugerencias,
en este lugar plagado
de vientos inverosímiles,
y donde hay un sumidero de sarcásticas bocanadas
que se fusionan con el ruido de la red binaria,
todas ellas encubiertas
de fatalidad.
Doloroso es el camino en la oscura provincia,
de nuestra orgullosa verdad.
Había que llenarse hasta el límite de la
vergüenza,
hasta el vórtice del hastío,
hasta el desvelo periódico,
hasta que la insolencia del relámpago
se ahogara en la perpetuidad de lo inalcanzable.
Se ha perdido la huella del polvo, tratando
de abrazar al sol,
con alas de barro y voz de cementerio.
Es que
(en el vacío)
solemos confundirnos con mariposas necias,
volamos de un lado para otro,
chocamos contra el límite del universo,
lloramos los barrotes de la existencia precoz.
Ambivalencias estentóreas,
multipolares,
errabundas,
o tan solo un espejo quebrado,
que se expande a la velocidad del miedo,
a razón de oscilantes concepciones,
que se perdieron en los valles primigenios,
donde habitaban las ganas de jugar a los dioses.
Entonces ¿Donde se debe habitar para no caer de
rodillas?
¿En los lamidos de botas, que hacemos a la
extensión
de nuestro cuerpo?
¿En el renacimiento de las cenizas tutelares, que
nacieron, cuando escupimos al fuego regalado
en una cañaheja?
En estas época larga,
donde a nadie le importan los descubrimientos
ajenos,
hemos de tensar las sábanas
cubriéndonos la mirada
(del torso abigarrado)
a la eterna costumbre de vaciarnos
en una estampida sin retorno,
en una redirección del misterio
hacia todas partes.
Somos la gran maravilla,
en esta olvidada jaula arcana.
Una flemática ponderación errónea
de la voluntad,
gobernada por la fatiga y la mediocridad,
semejante al horizonte llano,
que se mueve al compás de la eternidad.
Patria vieja, banderas de cemento
que flamean para recordarnos
el momento histérico
(que grita el alma)
que se calla para dar vuelta la cerradura,
abrir la puerta,
y encontrarnos con parte de este rompecabezas,
que vomitó el destierro de las células estelares,
en la caverna del destino,
de donde nunca
debimos habernos marchado.
Seres sin rostro prenden las viejas antorchas,
que se duermen en las bibliotecas;
es el karma de las costumbres obsoletas,
es el estiércol de la fisuras, que no reclaman
su indulgencia,
Esperar una respuesta
ante semejante sacrificio,
es como contar los postes
(de luz),
en las calles sin número
(ni peligro inminente)
que se agolpan en la soledad
de las propias motivaciones,
que nos van adormeciendo,
día tras día.
¿Dónde no nos arrodillamos? Es algo que nos lo niegan los demonios, pero irremediablemente ante ti han quedado desnudos.
ResponderBorrarEd.