:: El Alma Atiborrada de Banderas ::


Alejo Barrios, Vaparaíso, Sábado 18 de Septiembre en la madrugada...


Distancia.


Elegía.


Superdeposicion de la contínua pronunciación
de los caminos.


La voz, 


esa, 


se pierde.


Alejo barrios se hunde
en la guerra del pacífico consumo.


Son huellas,
míseras pisadas de un futuro doloroso,
límpio,
alcaldício.


Y a la mierda con todos los prejuicios sudurosos
del delirante capítulo escalar,
ese que se presenta 
como un mundo lleno de espejos.


Si yo fuera el bicentenario,
sería una noche artificial,
que se escapa del aburrimiento cotidiano.


Si yo fuera el bicentenario,
sería un latinoamericano más,
hijo del desarraigo crepuscular del siglo veinte,
sin lugar propio,
sin saber de donde vengo ni hacia donde me dirijo,
una marioneta que vive,
a través de los hilos del nacimiento,
el desarrollo
y la muerte solitaria,
embriagado en un pequeño pupitre tricolor
que debe,
por obra y gracia del universo,
defraudarse,
defraudarlos
y mas encima debe conseguir
que un dilema metafórico renazca provechoso.


Silencio, 
el bicentenario huele a silencio.


Todos han levantado las manos.


Consumidores que no les corresponde interpretar la contingencia.


Bicentenario con sabor a anticucho, a empanadas,
a jabas y jabas de cerveza,
a cientos y ciento de botellas de vinos,
a toneladas de basura,
a turros de billetes que se dirigen a donde siempre.


Bicentenario patriota con el sabor de la cumbia,
la pachanga, el regueton y la cueca del patrón de fundo,
mientras los choros consumen vino y que'an raja,
siguiendo las instrucciones del imperio.


Bicentenario republicano
que nos permite cantar la canción nacional cuando juega Chile.


Bicentenario revolucionario de las empanadas y el vino tinto
que se comen los compañeros en Cachagua, en la ONU, en Harvard,
con pasantías en Francia, métale corrupción, métale comprando terrenos a precio huevo...pero todo en regla, si los mapuches tan puro weando noma'.


Bicentenario que huele a una dolorosa y profunda herida
que chorrea la sangre de un Chile indolente ante si mismo,
total, seguimos avanzando y a nadie le importa.


En mi pantalla y en el care'libro siguen apareciendo consignas y lamentos,
como la lluvia tardia de los cobardes.


Nuestras quejas son una pequeña angustia,
quizás lo único que nos une e identifica.


¡¡¡ Viva Chile !!!


¿Quién es Chile?


Un trozo de tierra mezclado con una falacia que ha durado doscientos años.

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