Los perros ya no ladran.




Curioso

Sentía algo extraño en el ambiente pero no sabía el motivo. Era como si de repente, caminando, podía escuchar cada sonido, cada gesto, cada caricia en los corrales ovejunos. Podía escuchar los gritos de los cerdos que, llegada la tarde, se sentaban a devorar las imágenes como una dieta indolente. Esa dieta que siempre comentaban con sus pares en otros chiqueros, en grandilocuentes palabras que dan asco, muy bellas por su puesto, pero dan asco. También podía escuchar las lágrimas de las gacelas; esas que no llovían porque hay que ser muy fuerte para largarse lejos al exilio de la muerte. Pude también escuchar hienas hambrientas que difamaban afanosamente al sonido en una verborrea tan antigua como la palma de mi mano, si es que eso representa una absurda comparación con lo absurdo. Y así caía esta extraña tarde como un velo serpenteado que no quería despegarse de la incuria y tan sólo se aferraba a mi mentón, mirándome a los ojos. Yo en mi papel de espantapájaros no podía sospechar a que se refería el silencio con tan amena charla.

Pero de pronto dudé

¡¡¡ Los perros !!!, Esos malditos hijos de la miseria habían dejado de ladrarme. Ellos que con su sinfonía tríptica dibujada entre la sien, corrían desde el rincón mas oscuro de la noche a posarse sobre la reja de mi alma, recordándome a viva voz cuan miserable pude llegar a ser. Esos que fueron mis cómplices de noches dispuestas a que se vayan todos a la mierda y su melancolía toda ella. Ellos que animaban mis gritos desconsolados en un "A quien le importa, soy el verso hecho euforia y de paso que cagada la que digo y que les importa hijos de la nada, que viven como muertos, cadáveres supremos obligados y enmohecidos, no son capaces de desdeñar su absoluta realidad que los ha engañado". Extrañaré sus vítores y su odio incontrolable que más de una lágrima cayó por mi espalda como apurando el paso y bebiendo una piedra con mis manos apretadas que se lanzaban desde lejos. Extrañaré su belleza gallarda, esa similar a la de las ovejas, esa que se muestra bien cubierta en los establos donde cuatro paredes del subterfugio los protegen de tanta maldad concebida en quitarse la venda de la condición y la desidia

Curioso.

Curioso esto de oler diferente. Será que la zalea es tan asquerosa que los perros le lamen por toda su vida a quien les dobla la mano y les da de comer. Esa tarea tan bien vista entre los lanudos.

No

Yo no soy profeta ni en esta ni en la otra tierra, sin embargo echaré de menos los ladridos de los perros. Aunque eso me cueste vivir entre la gente.

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