:: Plétora ::

daniel DALOPO - Opresión



Una flor palabreada ha crecido en el vacío.

Condición natural cuando las imágenes se traicionan por miedo a las entrañas.

El destierro crece como el olvido, cuando la mala hierba se arrepiente para cobijarse en el lamento del sol.

Blasfemias ocultas en nuestro corazón; hemos elegido saber muy bien como marcar el territorio. 

Saldamos todas nuestras deudas con la infancia, pero quedamos debiendo a la dignidad.

Esta efusiva fantasía de ubicarnos como personas de buena crianza, hemos aprendido a querer toda nuestra fastuosa copulación con la verdad y toda su post-modernista canción de cuna que nos hace tirarnos en la cama para olvidar el día.

Tenemos un perfume a renuncia que apestamos de limpios, nos reímos con las mismas utopías, pero estamos viejos para cargar un fusil.

El sol es el mismo de hace miles de años, la suerte nunca ha servido de algo, hemos olvidado las imágenes y cada segundo que pasa es un karma tan delicioso que no nos bastará ni con viajar en el tiempo.

La prodigiosa tentación de aniquilarlo todo, la resuelta pronunciación del deber, la maravillosa profundidad de nuestra alcoba que nos espera. ¿Y qué pasó con las maletas? ¿Qué ocurrió con la flor que tuvimos que lanzar a ese poderoso vacío de la grotesca necedad de todo esto que somos?

Quizás no aprendimos a elaborar buenas preguntas.

Esclavos tras esclavos, una cifra mas no suma ni resta, mas bien es un falso doble, una extenuante canción que nos impulsa a ubicarnos en esta perentoria necesidad de abarcarlo todo.

Ni fu ni fa, ni chicha ni limoná, este horizonte que comulga con dioses fálicos y matriciales; y con el agujero negro que se alimenta de nuestros sueños mas ocultos.

El relieve cambia a cada rato, y todo aquél que quiera evangelizarnos, por favor que se vaya al carajo, por algo llevamos llagas como medallas de guerra, no somos generales pero al menos para sargento nos alcanza, en esta guerra espiritual, en esta profunda y tan deliciosa cárcel emocional; Obramos porque fuimos arrastrados por la marejada de nuestra propias conclusiones y nada de lo que pueda erigirse como cimientes es algo en lo que pudiéramos confiar. 

Al menos vamos riendo, vamos bebiendo y fumando lo aprendido, vamos podando las certezas para por fin aferrarnos a la esperanza, y así pasarán los tiempos, nuestro tiempo, para transformarnos en misteriosas utopías celestes que cuelgan como los ancestros que hoy nosotros veneramos.

Tal es el destino de la marabunta que lo devora todo; hemos sido cómplices de mil lanzas de hielo, el fuego del bosque arde en nuestras venas, las voces nos llaman y acudimos como siervos de las constelaciones silvestres con las que nos concibieron, esto de ser amalgamas silentes de la especie;
riendo, ladrando, gritando, gimiendo, murmurando; en muchos silencios sometidos, la mayoría de las veces;  olvidando en cada rincón que nos reciban, toda esta hipócrita existencia criminal.

La flor nos espera en el vacío.

Quizás debería venir a encontrarnos al final del camino,

en un millón de años mas. 





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