:: Coloreamos ::
Ella al fin se había rendido, de espaldas, de rodillas, al debe, sangrando por los oídos las canciones de amor que se lo robaron... Ella, al fin, se había rendido. Y se notaba. Dejó de imaginarlo desnudo, dejó de masturbarse con esa furiosa sensación de placer tortuoso que convocan las lágrimas y los espasmos, las moscas y las ventanas abiertas, la imaginación al servicio de la propiedad privada. En realidad ha sido la más tonta de todas. Pero que importaba, ella le amaba, o le amó, ya no lo recuerda. Ella quería rendirse, alejarse de todos los basureros e inodoros, instalarse un lumbago en la lengua, un descaro en el espejo, una zapatilla rota en la escueta definición de la calma. Dejar de zambullirse, dejar de hablar, dejar de mirarse, dejar la calma para los mansos y enterrarle una daga a su instrumento, para que al fin pudieran parir notas de sangre, como debe ser... Al final ella se había rendid