:: Polvo de Estrellas ::




Yo nunca supe que habías colgado tus zapatos viejos
en el patio de tus sueños,
con el pretexto de oxidarte como un clavo silencioso
que se queda perplejo ante la madera que cruje,
por las noches.

Venias de tantos lugares, 
viajabas sin equipaje,
dejaste amarrada la barca de tus recuerdos

Mientras la insolencia del océano
mecía tus quimeras para dejarlas florecer,
en esa sincera renuncia divergente.

Y henos aquí, desvelados por el miedo, 
enfrascados en una utópica ponderación 
de imperecederas tribulaciones
que se adquieren imitando la línea
(vertical) 
de la fatalidad de los amantes 
que lanzamos por el retrete.

¿Qué es la vivencia sino una construcción
grotesca de tantas promesas,
que nos hicimos hace tanto tiempo
detrás de la puerta donde guardamos
nuestros anhelos,
y que tratamos de venderlos
en la feria de las malas intenciones?

Compradores que usurparon 
la inmaculada precipitación, 
de nuestra adolescencia.

Yo iba camino a cualquier lugar 

 El horizonte era un simple testigo
de toda esta dialéctica de una mediocre
consecución de los deseos,
que se estrujan en las sábanas,
para luego ponerlas junto a toda mi ropa sucia,
que tiendo a lavarla con mis lágrimas.

A veces creo que eso no sirve de nada.

Si tan sólo mis labios,
o el brillo de tus ojos,
fueran suficientes

Si tan sólo nos dieran la ventaja
de embriagarnos de amor,
en una tasa de té verde.

Si tan sólo esto se tratase de un simple polvo
de estrellas

Dejaríamos escapar las mariposas de nuestras entrañas,
para cubrirnos con nuestros propios misterios
y desnudarnos ciegamente, sin tapujos ni condiciones.

Quizás esto sea algo más que un par de maletas que pesan,
en nuestra propia verdad.

Quizás sea el tiempo de limpiar el polvo
de lo que realmente somos

Quizás nos embargue el arraigo de nuestra historia
y naufraguemos en la ironía de la querencia humilde,
humana demasiado humana, 
y tan propia de la coraza con la que nos protegemos
del vacío...


Hay puertas que insisten en abrirse
cuando tu aroma y mis preguntas
se van tiernamente de la mano,
mientras nosotros seguimos aquí
creyendo en las falacias
del tiempo perdido.

Quizás la culpa es del espejo
en mis pupilas...

o las tuyas.

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