:: Yo quisiera ::
Yo quisiera ser eso.
Esa tonta y lánguida mofa,
que se arrulla en tu caracola forma,
de cruzar los brazos.
Yo quisiera estar ahí.
Cuando mueves el pañuelo,
para despedirte,
(día a día)
de un fracasado y violáceo atardecer,
ese día, donde no convergen ni las mas mínimas
falacias, porque duro es el inventario,
de la vida desdeñada por las luces
que no alumbran,
sólo acompañan.
Yo quisiera ser eso.
Y volver a los días inciertos,
a las barrancas salinas, en el coral de las sinrazones,
en ese profundo suspiro, a solas, sin que nada ni nadie
sea testigo.
Yo quisiera ser eso.
El eco de un final conocido,
creyente del sol vivo, en el tiempo viejo de las frutas,
que niegan el hacha que cercena de noche.
Yo quisiera creer que los árboles crecen, al caer.
La voz ronca,
de tanto gritarle al cielo,
las efímeras esperanzas.
Yo quisiera espantar a la muerte, con mis decisiones,
con mis desvelos, con mis atentas plegarias susurrantes.
El suelo se quema con la lluvia y las llagas de amor duelen,
hasta el hemisferio cerrado, de las habladurías de los ciegos,
que nos rodean imperecederamente.
Entonces, uno fija la mirada hacia las funebreras galaxias lejanas,
y no nos pertenecemos, o tal vez, era el tiempo de ponerse tan serios,
para negarnos mutuamente.
Yo estoy aquí, me ves?
Yo quisiera ser eso.
Y tu te levantas al baño, y da lo mismo lo que hagas en él.
Yo quisiera creer, que lo primero que pensaste
(alguna vez)
es en el consuelo, que podríamos habernos dado,
como dos seres arrojados al mundo,
como dos gotas de nada que tuercen ese puto misterio,
al reconocerse obsequiadas a este siglo de plástico, para regar las esperanzas,
de los sarcásticos gritos indelebles.
Yo quisiera ser eso.
Ese remezón que rompe las barreras del recato,
esa posa de agua bendita, que servirá para remojar
tus culpas no forzadas.
Pero para los que sufren la noche,
no hay madrugada, no hay rotas copas,
no hay tintas indelebles.
Historias cortas que calzan justo
en un par de zapatos.
Yo no quisiera ser eso.
El beso remojado en vino,
el talento de un placebo suburbano,
la lenta masturbación,
que suple el espacio perdido, la edad echada al bolsillo,
como un pleonasmo fastuoso, como una pequeña cosquilla
perpendicular,
al olvido necesario.
Yo quisiera ser una tosca razón,
para que no me olvides.
Entonces, el manto de la elucubración
cae rotundo, como una feroz artimaña,
que se utiliza,
con el único fin de lanzarnos al vacío.
Yo quisiera...
Yo quisiera...
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