:: Maturana y el Error Ético que debemos corregir entre todos ::




“La armonía social no surge de la búsqueda de lo perfecto a que invitan todas las enajenaciones ideológicas, sino de estar dispuesto a reconocer que toda negación, accidental o intencional, particular o institucional, del ser humano como lo central del fenómeno social humano, es un error ético que puede ser corregido sólo si se le quiere corregir”

Solo si se le quiere corregir…

La frase de Maturana me quedó dando vueltas en la cabeza. ¿Quizás hablaba de voluntad, de responsabilidad, de compromiso? Siempre esas palabras me han dado la impresión de evocar un sentimiento que obliga, que no es natural en el accionar de los seres humanos, sino que es algo que se debe hacer, porque si.

Sobre todo si se habla de un error ético, aún cuando muchos creemos vivir en una ética cerrada, en una especie de praxis de la misma, por sobre el manejo necesario de una definición que no sea un mero trámite que supone límites en la expresión de todo lo que el ser humano puede lograr.

Es un concepto variable el de la ética.

Tan variable y rígido como las ideologías.

Regularmente en nuestro accionar cotidiano, no tenemos noción de las múltiples interacciones que llevamos a cabo, incluso las que se llevan a cabo entre nuestro cuerpo y nuestro razonamiento, llegando al extremo de tener una concepción tan plana de la realización de la sociedad, como si todo lo simbólico objetivo se encargara de construir nuestras acciones en estrecha relación con las acciones llevadas a cabo por los legítimos otros, como les llama Maturana.

La reflexión necesaria entonces no consiste en darnos cuenta de semejante trivialidad, que debiera ser eje central del accionar de todo ser humano en sociedad, sino mas bien en como corregimos el error ético de no reconocernos como un movimiento dialéctico que se construye en la integración, la diversidad y la colaboración que indudablemente se produce en la interacción de un sistema social.

Entonces la ética no se transforma en un límite conceptual, sino más bien en un concepto construido entre todos, para todos y que nos debiera convocar a la acción, a la participación.
Como dice Maturana "En la medida que es la conducta individual de sus miembros lo que define un sistema social como una sociedad particular, las características de una sociedad sólo pueden cambiar si cambia la conducta de sus miembros.”

Y es en este punto donde se hace visible el letargo de una de los sistemas sociales que ha emergido de manera explosiva en el país: La clase media.

En el plano netamente estructural, es esta clase, sobre todo los pertenecientes a la clase media profesional, la llamada a generar los grandes cambios de nuestra sociedad Chilena, pues lograda la vuelta a la democracia, sólo se ha comportado como un mero observador impávidos del desarrollo social del país, desarrollo que, si bien es cierto han mejorado en estos últimos veinte años, sigue presentando errores fundamentales en la articulación de políticas públicas y privadas en temas tan importantes como educación, salud pública, desarrollo sustentable o patrones del consumo que determinan la calidad de vida.

El dilema es grande si analizamos el espíritu de la educación universitaria y la nula contribución a la sociedad, en un modelo educativo que privilegia la competencia y el éxito, situaciones que obviamente impiden la asociación y colaboración, conceptos fundamentales para lograr el emprendimiento económico con equidad para todos los niveles.

Universidades que creen que “un ejemplo de esta contribución a la sociedad es la realización de conciertos con sus conjuntos estables, como coros, orquestas y grupos musicales, constituidos casi en su totalidad por estudiantes y el desarrollo de ciclos de cine, sin olvidar la importante labor de conservación del Museo a Cielo Abierto” o potenciando campañas para construir mediaguas en sectores marginales, como si el gran tema para la superación de la pobreza fuera el fin de los campamentos.

Yo me pregunto si tanto los académicos, jefes de docencia, rectores o decanos o están viviendo en una sociedad bastante diferente a la que vemos todos los días o se han puesto una venda para no observar que el cambio que se necesita es en la motivación que se les entrega a los alumnos, es el fomento de la formación de profesionales empáticos y solidarios con su entorno social.

Las autoridades hablan de impulsar la participación de los jóvenes en los diversos procesos eleccionarios y de participación ciudadana, sin embargo si se observan los planes educativos para la enseñanza media, por ejemplo, poco a poco se han eliminado los contenidos de filosofía, fundamentales a la hora de ubicarnos en la sociedad, sabiéndonos “animales políticos” por antonomasia como dijo Aristóteles.

O asuntos tan relevantes y tan olvidados como la educación cívica y el fomento de centros de alumnos, pilares fundamentales para formar ciudadanos activos y organizados, lo que hace más fácil el trabajo de los gobiernos locales y regionales.

Es en el campo humanista intelectual donde necesitamos con urgencia un cambio en el paradigma de la formación universitaria que sea capaz de ser transversal a todo el proceso educativo, realizándose en estrecha cooperación con procesos previos que se desarrollan en escuelas y liceos: la enseñanza media y básica.

Las tesis de grado, en este país, se siguen apilando en los estantes de las bibliotecas, generando más polvo que intervención relevante.

Siempre se ha hablado de los grandes pensadores, líderes de opinión, literatos famosos que se han alejado de la contingencia social, simples narradores de la realidad.

La investigación debe ser necesariamente en terreno, con las organizaciones, para luego generar reflexión conclusiva en la finalización de los procesos.

Es cierto, en Chile se debe invertir más en investigación sobre materias de gestión educativa, gestión de centros de salud pública, apoyo a la gestión de dirigentes, apoyo a la gestión de grupos comunitarios o en como el gobierno es capaz de canalizar las iniciativas de los grupos sociales más postergados.

Hay que reconocer que se ha avanzado bastante.

Programas como Quiero mi Barrio, Haciendo Chile en mi Barrio, Chile Crece Contigo, Chile Solidario y diversos programas de carácter social y de generación de identidad que se han implementado en el gobierno de Michelle Bachelet dan cuenta de un cambio en las políticas públicas de protección social. No por nada la actual presidenta cuenta con un apoyo del 73%, una cifra histórica y que dice que la población valora cuando el gobierno se acerca y atiende las necesidades de los chilenos.

A pesar de todo lo positivo, no podemos delegar toda la responsabilidad al estado.
Hoy en día es imperativo que seamos capaces de colaborarnos mutuamente, que discutamos y construyamos juntos el país que queremos. Que de una vez por todas nos demos cuenta del poder que tiene la asociación para generar gobiernos participativos, en constante movimiento y con una opinión pública informada y crítica.

En nuestra naciente provincia de Marga Marga, es increíble el ejemplo que nos han dado los dirigentes sociales de juntas de vecinos, centros culturales, radios comunitarias, clubes deportivos y otros tipos de asociaciones pues presentan un manejo de gestión y de generación de redes de apoyo que invitan a la participación y la colaboración mutua con el único fin de generar en el entorno inmediato un lugar digno para vivir. Y esta labor muchas veces se llevan a cabo utilizando el mínimo de recursos y herramientas necesarias. Incluso más aún, sin un color político que los represente.

Una dirigente social en un acto de inauguración de las mejoras que se realizaron a una de sus plazas, me contaba: “si uno no ama el lugar donde uno vive, jamás podrá generar identidad con su entorno ni con sus vecinos, por eso, el trabajo de quienes queremos generar espacios de integración y colaboración entre todos es doble, porque vivimos en un sistema individualista que privilegia los logros particulares por sobre los que se consiguen entre todos”.

Gran verdad lo que dice la dirigente, porque es innegable que la competencia anula toda posibilidad de integración, incluso visto de un punto de vista biológico: el estómago no compite con el corazón sino que actúan en estrecha colaboración por un fin común, esto es, el desarrollo del ser humano como extensión de su accionar.

En época de elecciones, hay una parte importante de la población que observa muy de lejos. No se siente integrada, no le interesa quien salga elegido pues creen que da lo mismo quien salga.
Y eso nos debe llamar la atención como sociedad.

El accionar político ha fallado irremediablemente en algo fundamental: la comunicación.
Es imposible no hacer la relación entre los medios de comunicación y la sociedad apática que hoy en día tenemos en el país.

Incluso es risible la incongruencia entre los objetivos que plantea un canal de televisión de señal abierta y su programación diaria. Haga clic en los siguientes links y sonría:


Hay algo muy sensible al fenómeno de la colaboración y que Maturana lo exponía al principio: La transformación social sólo es posible si en la querencia del cambio generamos la integración necesaria para que, en la diversidad, todos tengamos acceso a participar en la articulación de la sociedad.

Pero esta articulación debe realizarse en nuestros barrios.

No es posible articular una nueva forma de sociedad en el país, si no somos capaces de organizarnos en nuestro entorno inmediato.

Y esto es transversal a cualquier cambio cultural.

Por lo tanto, los que queremos un cambio en nuestra sociedad, necesariamente debemos organizarnos, no en la demagogia de la lucha por el poder, sino en una visión constructiva que permita generar los espacios para la discusión, el debate público y la posibilidad real de que todos incidan en las decisiones políticas locales de nuestras ciudades.

Lo importante, como dijo Vallejo, “Es que hay tanto por hacer”.


Comentarios

  1. Extraordinaria forma de pensar, como decimos en México, ES LA MERA NETA DEL PLANETA... la voy a compartir con tu permiso..
    DESDE PUEBLA, MÉXICO.

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