:: Cuarenta y tantos dobleces .::
Doble o nada, hace tiempo que dejé de leer conversaciones de otros tiempos. Bitácoras de días que se marcharon, épocas que giraron como un delicado relámpago, ahora tienen olor a tierra, a siembra, a un pequeño y diáfano accidente que nubla los misterios y se reconstituye como un anodino arsenal de privilegios que se apresuran en dibujarme una larga sonrisa antes de ir a cerrar la puerta de mi oficina. Y si no causan risa, no valen la pena evocarlos. El dolor moral de un sentimiento que ya no nos pertenece, hoy debe tratar de hacerte cosquillas o al menos que alcance para que tus manos se abalancen a sostener toda la vergüenza centelleante de una mirada que necesita esconderse al menos unos segundos mientras recitamos este "pero como fui tan aweonao pa' caerme de esa manera". Siempre aparecen medallas en la piel, mas aún cuando uno piensa que las dejó atrás. Siempre creciendo y esperando que algo nos sorprenda, como un sutil engaño estigmatizado en una esperanza. Me vi