4.28.2020

::Tercera edad de la amargura o el final de tu espejo.::

 
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Ya no se si duermo o estoy despierto. 

Me duele el cuerpo y la vida entera. 

Los días se fueron y ahora se repiten en mi cabeza, mientras huelo en cámara lenta y el sudor evaporado de mis aventuras se tatuaron en un paño viejo de la historia humana, para nadie humana, hojas de un libro imaginario en una vida imaginada, golpeada en el piso de lo real.

Y me quejaba y sonreía amargamente. Y fui engañado y manipulado, me puse ropa  me mire al espejo, me sentí fea y arrugada, horrible y un poco gordo, desaliñado, mal parido, estupefacta, gutural, un esperpento subterráneo interesante; fui el lomo de mis días de jornadas laborales, cambié mi tiempo por dinero;  ocupé orgasmos que abrieron portales para otras vidas, como amuletos para el tedio y la dócil tarea de aplacar el aburrimiento. ¿cuál es la diferencia entre ganar mucho dinero y dormir como un burro cansado y arrastrarse como un gusano entre la mierda espiritual?.

En estos días profundos y muy largos, mi cuerpo es una cárcel que no se satisface con la velocidad de la autocompasión. En el límite de una porquería y una miserable caída, soy un tanto vieja para engañarme en las fantasías propias del presente. Fui un príncipe del siglo de plástico, la doncella encantada de mis propias esperanzas, caminé la curva de mi propia vida, desde la ingenua expectativa hasta la indolente venganza del tiempo en mi cabeza. 

Y sonreía, vaya que lo hacía. 

Rogaba por aceptar mi destino, mientras otros abuelos sonríen en sus rejas de misteriosa compasión, en ese curioso vaivén progresista con olor a conservas de lata y madera apolillada.

Otros se fueron antes.

Entonces la utilidad medida en la posibilidad de producir; digamos que son casi cuarenta años, quizás un poco menos. Y la vejez no es larga ni clandestina, no es tosca ni asesina. Ella te acepta como eres, te observa en calma, te determina, te prepara. 

Es un día fresco, a las seis de la mañana, hace frío en mis recuerdos, el techo tiene nuevas figuras y mensajes que no logro descifrar, aún en este dolor húmedo que se acuña en mi cabeza, en mis piernas, en mis surcos y mi rostro arrugado de tanto esperarte y despedirte, de tanto arrimarte a mi pecho y este cuerpo como testigo de las penurias perfectas de un final largo y abrumado. 

Quizás deba desayunarme, calentar un poco de agua, abrir las cortinas, lavarme de a poco, a veces no me acuerdo de que fui abandonado y no recuerdo el motivo ni la mirada de mis hijos. 
La mañana es un manto de libélulas que miraron al sol de frente y se ausentaron de la suerte.  Y no tengo tiempo para el almuerzo ni para la tarde, la más larga de todas.

Y luego me canso de leer sus quejas de adultos fomes, tristes, ignotos entres las fauces de la mediocridad.

4.03.2020

:: Cadete Espacial.::


En esta incertidumbre de cadetes en el espacio no explorado, confinados a la prisión del miedo, de la suerte, de la clase, de los privilegios, mientras arden asteroides en las imágenes que chocan con el cuerpo, con el territorio de la mentira y el límite de la verdad en las pocas definiciones que dejaron de funcionar.

Algunos intrépidos pelafustanes de la palabra intentarán guiarnos con sus descubrimientos etimológicos de la plaga, la pandemia o la pequeña definición de un miserable virus. Ridículos arlequines peores que la propaganda gubernamental que intenta engañarnos con sus cifras de gran capital.
La fuente de todos los males siempre ha sido la conducta virulenta, la evacuación del silencio y la tasa de cambio en donde vale mas un papel higiénico que todas las hojas de los árboles, en donde nos acurrucamos en el plexo sincrético de la necesidad, deshojando toda la narración del planeta en documentales en alta definición, mientras arde y desparece toda la dignidad del equilibrio, este constante trueque de pequeñas miserias por una destrucción a largo plazo.
Entonces las cosas pequeñas aguantaron la ira por miles de años y en cada embestida intentaron remecer esta ridícula conciencia de primate que suele mirarse en el espejo de su historia, historia de conquistas sobre si mismo o su propio hermano, de hazañas metafísicas y suculentos descuentos en la meritoria pronunciación de la salvación que hoy en día esperamos en el exilio de una tecnológica cuarentena invisible para los que fueron abandonados por las cifras económicas.
La propia Salvación, el miedo de sumergirse en el olvido glorioso de la muerte, el último pestañeo, la estación final, el plano horizontal, la gran puerta, el secreto mutilado de la verdad, el final del camino, el acorde de la despedida, el broche antes de las estrellas...
Y es en esta plegaria que nos repetimos hacia nuestros adentros, todos nos unimos en la división individual. Sentados miramos la debacle, el dolor que ojalá no golpee nuestra puerta ni la de nuestra familia.
Entonces, en esa pequeña provincia de lo microscópico, hay una gran fiesta, la fiesta de la venganza, la fiesta de la libertad sobre el opresor, la fiesta inconsciente de provocar el miedo en aquellos que hozan destruirlo todo en pos de todo el hedonismo que adorna y dirige toda nuestra declaración de la existencia.
Quizás es merecido el odio de la inocencia y en ese suspensivo recato, se aprende del miedo y dejamos de lado las definiciones que sólo sirven para ser políticamente correctos, y abrazamos la locura, en un acto valiente de humildad para reconocer que nuestra naturaleza es el reflejo de lo que hoy nos atemoriza, de lo que hoy dirige nuestro día a día.
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Agente Smith: «Quisiera compartir una revelación que he tenido durante el tiempo que he estado aquí. Me llegó cuando trate de clasificar tu especie: Me di cuenta que realmente ustedes [os humanos] no son mamíferos. Cada mamífero en este planeta desarrolla instintivamente un equilibrio natural con el ambiente que lo rodea, pero los seres humanos no.
[Los humanos] se trasladan a un área, y se multiplican, y multiplican, hasta consumir cada recurso natural. La única forma de sobrevivir es instalarse en otra área. Existe otro organismo en este planeta que sigue el mismo patrón: El VIRUS. Los seres humanos son una enfermedad, un cáncer para este planeta, una plaga…


:: El Rio invisible ::

Es hacia el ocaso, hacia esa curiosa, hacia esa curiosa,  hacia esa curiosa dirección por dónde nos inclinábamos cuando éramos chicos. En el...