Conforme al tiempo, sobrevives.
Esta mezcla biológica que aparca en las limitaciones de la física cuántica y los cuerpos que se fueron a otros que están por venir. Ser parte de lo inconmensurable,
¿Cuántas veces pudiste mirar las estaciones sin saber que todo es un cúmulo de explicaciones dialécticas?
He visto tantas expectativas necias adulteradas en la vejez.
No me hizo falta llegar a los cien años para darme cuenta que todo responde a un maldito accidente.
Henos aquí, atribulados por el aire que respiramos, por el hedor sanguíneo de las pasiones rotas, por esta marchita emancipación del alma que poco a poco tiende a un olvido grotesco.
Ser parte de un programa establecido para la que la especie sobreviva.
Decidimos seguir estando, y cada fotograma hizo su trabajo, cada pulso de nuestra existencia se puso al servicio del sin sentido.
Ni siquiera la guerra contra los dioses colmaría mis ganas de saberlo todo.
¿Y para qué?
Asentarse por las buenas o las malas.
Ser una abuela mas, que contará las exequias del ayer.
Mientras tanto solemos servirnos de todos los sentidos, en la búsqueda del placer, la paz, la calma, el vértigo o la mala memoria.
Transgrediendo la elasticidad del miedo, como contrapunto del silencio, no por el odio sino por el orden, por esa fatigada velocidad que nos hace mansos y que obviamente nos conviene.
Obviamente nos conviene.
