:: Derrumbando la Cruz ::
Al pueblo de Villa Alemana, que duerme la siesta coloquial de las falacias...
Derrumbando la cruz.
Veo gente que camina desnuda por el paseo la torre.
Era temprano, Quizás era algo más que un sueño. Yo sólo
había bajado al centro para juntarme con un amigo.
De improviso me detengo a observar a los jugadores de brisca
que están mostrando sus triunfos a todo
el mundo
las bancas por hoy descansan y están sentados en torsos
desnudos de transeúntes sin rostro.
Los perros abarrotan el comercio del paseo, agotando todas
las mercaderías, vistiendo a la moda, salen ebrios y satisfechos de cada una de
las fuentes de soda. Lo sé porque salieron corriendo y movían la cola.
O'higgins y Prat, se miran de un extremo a otro de parque, y
como un pacto que acordaron hace tiempo, se desploman al unísono. Estaban
llorando, creo que de vergüenza ¿por qué otra cosa llorarían los héroes que validan
una locura como está?
En otro rincón del paseo, un abuelo recoge del suelo las
migajas que le lanzaron los burócratas, mientras las palomas discuten sobre la
estética en el tendido eléctrico.
Los niños corren desnudos de prejuicios, tan desnudos que
les importa poco atropellarme con su alegría sin fin. El Pompeya sonreía
majestuoso, aplaudiendo de pie todo este acto poético de completa ingenuidad.
Perplejo, camino cubierto de todos mis dedos cruzados, con la
finalidad de ahuyentar mis tonterías.
Afuera del vitamin un artista callejero se ha desnudado a
balazos, mientras los bebedores de café cortado insisten en lanzarle monedas,
sin parar de abuchear.
Mis pasos avanzan sin el permiso de mi voluntad, como buscando
el camino correcto.
Los Faroles comienzan un soliloquio grotesco de luces que
tenían por pretexto eclipsar al sol. Los aromos se burlaban de toda esta
verborrea, argumentando que la cruz de belén hace rato se había encargado de aniquilar
toda nuestra eterna juventud.
Trato de llamar a mi memoria por una de las cabinas
telefónicas del paseo. Sonaba ocupado, quizás era yo mismo el que estaba en
otra parte.
El Loco Ale me invita un shop en el medio de toda esta vorágine, me
dijo que esta ciudad es un molino que hace rato trituró mis codiciosos deseos para
convertirlos en polvo de estrellas, recordándome que en cada rincón de villa
alemana, se cae un poco de mi vida. En poco tiempo no seré mas lo que soy
ahora.
En mi defensa, expuse que había algo extraño en toda esta
genuina comedia que expelía un hedor a un desterrado arraigo.
El Loco insistía en invitarme a que reconsiderada una
retirada solemne.
Opuse una total resistencia... ¿ ves esa cruz que vigila
desde lo alto? , le indiqué. Tengo la segura certeza de que más temprano que
tarde mis ojos verán la paz de un día inesperado, cuando una turba enfurecida se
encargará de derrumbarla y será tal el estruendo de su caída, que en toda la
ciudad volverán a florecer molinos de viento.
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