:: Traslación ::

Ya no me conmueve ni el polvo 
de los caminos 

Las nubes son simples cúmulos de lágrimas, 
que no me convencen. Avanzan a paso cansino 
entre la densidad del sol 
y mi cabeza, que se cubre con un gorrito viejo. 

Mis piernas avanzan tranquilamente, 
pero mi ideas sobre estas imágenes oxidadas, 
no pueden avanzar 
al siguiente nivel. 

¿Será que ya no hay otros niveles? 

Distantes están las ganas del descubrimiento. 

Los libros, así como los amuletos. 
se llenan de polvo en mi biblioteca. 

Ya no hay espacio para las inoperantes emboscadas 
del silencio, que a diario murmullan las calles. 

En aquella imagen, los peatones avanzan raudamente, 
para esconderse en sus madrigueras. 

Mis piernas siguen soportando todo el peso, 
de mis cansadas esperanzas. 

A veces dan ganas de unirse al silencio. 

¿De qué sirve todo ese alboroto, si las cosas 
o las palabras, son inexorables métodos de coacción, 
constipadas vías de persuasión, elaboradas 
caretas que devoramos cuando niños, 
para convertirlas en conocimiento muerto? 

En el funeral de los sueños, no hay lugar 
para las flores negras, ni para las nubes, 
ni para los perros. 

Se vive en un sendero multifacético 
que acaba en la muerte. 

¿A quién le importa ser un recuerdo? 

Nos venden a diario la inmortalidad 
de los espejos, la fotos colgadas en el pecho, 
los cántaros rotos, que alguna vez 
se refaccionarán, para seguir alimentando 
el movimiento de rotación. 

Aún seguimos creyendo que seremos 
espectadores, 
del fin de todas las cosas, 
mientras los cadáveres son utilizados 
como alimento, para nuestras alocadas 
concepciones de lo inevitable. 

somos insoportablemente efímeros, casuales 
y tan heterogéneos. 

Entonces mis piernas siguen soportando el peso 
de mis ojos, 
cuando miro al sol... 

el sol... 

quizás la verdad sea 
como aquel fulgor 
(que nos quema) 
cuando hozamos mirar al sol 
directamente a los ojos. 

Sólo en las películas, uno puede caer de rodillas 
ante tal descubrimiento. 

Yo simplemente seguí corriendo. 

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