Yo esperaba que a mis treinta
y tantos años
podría zanjar ciertos asuntos demenciales
que tienen que ver con la verdad,
la razón
o las tinieblas.
Esperaba que los veranos no me fueran
tan lejanos,
que las tardes no tuvieran fin
en sí mismas
y que las personas a mi alrededor
me importaran muy poco
Creia que a los treintas y tantos
años,
los bancos de las plazas
me serían indiferentes;
que las mujeres me servirían
como el amuleto de mis pasiones,
que los hombres serían compatriotas
en el nuevo continente,
que se descubre a diario;
que mi madre sería un verdadero estorbo
y mi viejo, como siempre, un mero adorno.
Pero a los treintas y tantos
años,
La verdad se funda en la falacia,
la razón le pertenece a los dioses
de la tierra
quienes se reparten el mundo
cual juego de salón,
las tinieblas es el único lugar
que a veces me gustaría conocer,
Los veranos siguen tan lejanos como
siempre, las tardes son un simple
subterfugio para envejecer,
las personas son el propio espejo
en donde podemos definirnos,
junto a las palabras,;
los bancos de las plazas me miran tristes
como gritandome a la cara todo el dolor del mundo,
toda esa inhumanidad consumada en un momento fugaz,
donde nos sentamos a contemplar la nada.
A mis treinta y tantos, hay pocas mujeres
que no me sorprenden,
y hay muy pocas con las cuales
me debatiria a muerte,
con tal de que me regalaran un pequeño momento,
a solas,
con sus ideas.
A mis treinta y tantos años,
pido perdón por todo el daño que mi género ha causado
al mundo,
pido perdón por tanta arrogancia, por tanta cobardía,
por tanto silencio...
Entonces uno siente a estas alturas
que el continente se descubre solo, sin mucha bulla
para que no te releguen al closet, es tan obstusa la apertura,
es tan cerrada la conjetura...
A mis treinta y tantos años,
mi madre sigue ahí, sigilosamente vigilando
yo le sonrío a veces, para decirle que la quiero,
pero se lo digo a medias, como todos los ingratos hijos
que somos.
Y mi viejo a estas alturas ya no me adorna nada,
mas bien es una eterna interrogante,
la gran pregunta de mi vida...
¿Y quienes somos para citar la palabra como el escupitajo sagrado de los dioses, para enjaular los pájaros divinos que quisieron volar, a expensas de la negación silvestre de la esperanza?.
12.27.2011
12.06.2011
:: Pequeña Certeza ::
Sabíamos que,
dónde hubo un pequeño espacio
para nosotros,
era en secreto,
sin negociaciones previas
ni avisos contingentes.
La casualidad se paseaba de la mano
con el misterio de las inexorables letanías
que pronunciaban nuestro labios,
para que el tiempo se marchara lejos.
Cuando el resto se apresuraba por las calles
para volver,
nosotros caminábamos en cámara lenta,
ya que
la única certeza que teníamos,
eran las despedidas.
:: Cuento Corto ::
"¿Quien puede mirar a un espejo sin volverse malvado?, un espejo no refleja la maldad sino que la crea (Batou)"
En el secreto silencio de los recuerdos,
el espejo es sólo una bodega de obcecadas emociones,
esas que construyen al monstruo que ocultamos del mundo.
Entonces la verdad es sólo una careta que nos permite movernos
con la libertad rastrera de las calles,
de los rostros,
entre los cuerpos inertes y los no tanto...
Miramos el límite del cielo
para consolarnos,
mientras el espejo es el único contenedor
de la verdad
En el secreto silencio de los recuerdos,
el espejo es sólo una bodega de obcecadas emociones,
esas que construyen al monstruo que ocultamos del mundo.
Entonces la verdad es sólo una careta que nos permite movernos
con la libertad rastrera de las calles,
de los rostros,
entre los cuerpos inertes y los no tanto...
Miramos el límite del cielo
para consolarnos,
mientras el espejo es el único contenedor
de la verdad
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