:: Amén ::


Saberse ausente, como un punto que se arrancó del polvo de una estrella,
para luego, millones de años después, consumirse como si fuera la última braza ardiente,
de un destello que se izó a sí mismo, como el último lugar donde se quiso llegar.

pero nunca se logró.

Bajar la mirada, saborear el desierto salino de la misteriosa composición de las palabras, evocar al espacio multicolor de los caminos dispersos, como el predicado acusador de los grisáceos testimonios,
que hablan de uno mismo, aún cuando el color insiste en colarse por todas partes.

Despedirse del espejo, levantando un pañuelo mojado, encogiendo los hombros, comerse las alas al desayuno, aunar las disidencias, sofocar la tibia brisa que limpia los pensamientos consuetudinarios del día a día, perderse en el blanco banquete de mi piel, que se esconde por miedo a florecer excelsa como una flor de loto.

La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida.

Henos aquí, invitados por la fogata que convoca las sombras del dolor descifrado por aquellos a quienes dedico el amén de los desastres.

Heme aquí, limpiando las heridas del horizonte, convirtiendo la verdad en perdón, en una bonita falacia o en uno que otro momento que se olvida, que se domestica o simplemente pasa a ser otro recuerdo archivado en los anales de la vivencia.

Henos aquí, amigo guardabosques, envueltos en el bosque otra vez, esperando aquella caravana que nos lleve lejos, como aquel día glorioso del inicio de todas las aventuras.

Henos aquí, amigo nigromante, conjurando al tiempo para que borre nuestras más preciadas artimañas, para renacer en el frío infierno de esta ciudad negra, como es nuestra costumbre.

henos aquí, junto a las flores y las aves, junto a las ninfas amantes de la melancolía, junto a los miles de retratos que cuelgan de las ramas de mi poderosa cama que insiste en cerrarme los ojos, para dibujar una barriga, una joroba, un par de dolencias cotidianas y las heladas manos que teclean en este instante.

Hágase nuestra voluntad, aquí en la tierra como en el desconsuelo.

Perdonadme mis pecados, perdonad mis pies de barro, mis pensamientos de arena, perdonad mis libres emociones, mis desapegos, mis usurpaciones, mis delirios, mis ganas de aprender a creer que podía recorrer los iracundos senderos de la diversidad y las mentiras.

Heme aquí, como en el principio de mis anhelados treinta años.

Y líbrenme de toda culpa, de todo dolor que les hayan causado mis partículas de fango frondoso y espeso, mancilladas por la desidia de tanto vomitar en la indolente mirada, del que nadie lo ve o lo soporta.

Porque mío es el poder de recomenzar las historietas, que hablarán de aquellos que dan cuenta de sí mismos, de aquellos que viven en completa soledad sus insospechados dolores, de aquellos que nos rodeamos de riquísimas formas verbales, que cuelgan de la careta que disfraza los tormentos, la ansiedad o nuestras mas ocultas esperanzas.

En el nombre de las despedidas, de los caminos por recorrer y de los mártires santos que buscan afanosamente algo de qué aferrarse.

Les dedicó mi segundo adiós.

Amén.

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