Ingenuidad

Collection of Jason Hughes : "The Poet"




Los espejos se han roto de tanto vacío reflejado.

Las miradas que se visten de jueces, enjauladas en la justicia,
(para todo ciega),
se han enemistado con las caricias morenas,
(de otros confines),
al norte de lo que llamamos tiempo,
o Latinoamérica.

Cuantos ayayai han pasado por mis oídos;
por aquellos que viven en una delicia amena, tierna
oscurecida…
solapada de tanto trajín seco,
negada en la angustia.

Y yo aquí...

Borrando de un golpe todo mi rostro.

Hay veces en que un discreto arlequín de flores se posa en mi sonrisa,
y yo,
(sin reconocerlo),
me siento en dos peldaños muy cerca del invierno

El dibujo de las teclas se torna terco, amargo,
en cientos de lamentos iluminados por las estrellas.

Y nuevamente aquí…

Yo…

Sin ganas de volar.

Las alas partidas de tanto sin sentido.
Las manos ásperas de tanto arraigar mis venas
o mis cadenas.
La sangre roja que se torna de un color blanco,
difuminado,
sin olor a nada.

Estoy cansado de crearme a mi mismo.

En cuantos siglos se ha posado la historia que se rompe en casi una mañana.

Daría mis secretos al viento si eso diluye el dolor imaginario.
La peste de no saberse a si mismo.
La pulcra mirada esotérica de los libros que se hacen líneas inconclusas,
de un amor ya confinado.


Partituras que se alargan.

Coros dibujados en sendas grietas de lo que se me atesora en cofres residuales de la vida,
(partidas por un hedor tranquilo),
bajo cero.

La muerte no está dedicada para la vida,
ni el paria es un sinónimo de la presta medida
de otras muertes.

He dejado plantado mi estandarte en nubes áridas
(de lluvias blancas),
que remojan el funeral absurdo de otros necios que se confunden en el "mi mismo".

Los pelos de la barba crecen en praderas rociadas de un elixir sin dolor,
ni vestimenta;
olor a tierra húmeda,
(de brazos caídos),
de tiznes blandos,
anochecidos en la estepa;
que catando humillaciones ya son cientos de ninguno
que habrán de venir,
en el pasado.

Y aquí me tienen…

A la diestra rezando…

Rezando:

Para que el martillo de la vereda de al frente caiga pronto,
así como el relámpago.
Para que renueve tanto misterio encerrado en los ancianos.
Para que las canciones asesinadas por el piano
les dejen libres de toda artimaña,
que hacen nula la voz de cual pobre diletante
que jamás cabalgó ni supo de olores
de libertad,
o de preceptos.

Hoy ni nunca he sido capaz de embriagarme en un soneto.

No doy la talla,
ni el porte erguido,
pues la llanta de mis días se ha esfumado con los fantasmas del ayer,
hoy y siempre,
enterrado en un jamás
que se siente como el anhelo de algo,
pasajero.

Me siento ahogado cruzando la puerta de mi casa,
(que me parece eterna),
sucia,
atardecida,
dormida en mantos de plumas rosas,
en cetros de pavos de realeza,
de pieles grises,
que llaman tranquilamente la atención, de todo aquel,
que se digna de ser parte de la llaga
centinela.

Y es así como debe ser en estas tierras.

Épocas de producción,
de "trabajos verdaderos",
de yugos en lotos de oro,
que se reflejan en los desfiles de gallardos guerreros,
que se hincan en la fe,
en la mierda,
o en la memoria.

Da lo mismo…

Si ya todo es tan plano que la tierra ha dejado de rodar.

(A mis ojos),
el universo tiene un límite
en la verdad absoluta
de la muerte.

Hay señor@s que compran aleluyas en el mercado,
donde el pan se remoja con el vino,
para guardarlo en canastas que darán de comer al hambre para mas tarde.

Y que importa.

Estoy cansado nuevamente de las flores,
de la dicha,
de la algarabía para nada ajena,
de cientos de litros de alcohol,
(que han pasado sobre mí),
sin dejar rastro.

Estoy cansado del humo del tabaco,
que hace mil adioses
en cada cigarro muerto.

Estoy cansado de sentir

Estoy cansado de lavar mis dolos,
mis gestos
y de envidiarme.

Estoy cansado de soñar afectos irreales.

¿Que es la realidad sino un dejo insuficiente
de cada céntimo de mucha rabia
que se hace palpable
para cuando lo demuestre
ya sea demasiado tarde?

Y sin embargo estoy aquí:

de brazos abiertos…

esperando el humo, el alcohol y las virtudes.

Soy un esclavo eterno de la búsqueda del placer,
(de las mentiras),
y del no se qué.

Ay de ti ego mío,
odiado por el amanecer,
y las duchas mañaneras.

Ay de ti ego mío,
que caes en las sombras de historias,
que son para nada tuyas.

Ay de ti ego mío,
que vistes ropas viejas,
anacrónicas leyendas en tus bolsillos;
prosaicas alegorías del consenso,
nacido en lo sincrético.

La nave de las veces en que jugué al capitán
(y al marinero),
se me torna augusta,
amarrada a lo incierto,
sometida a la tormenta de miles de motines
que se cohíben
(intensamente),
en las ideas.

Hay veces en que no quiero dar por muerto a mi propio hijo.

Hay veces en que no quiero amar a los tiranos.

Hay veces en que no quiero que las teclas ya se marchen.

Sistémicas defensas de lo que es inevitable.

Así y todo…

Heme aquí:

encaramado en la tiniebla.
de tanto ardor que dio el hombre al mundo,
que no entendí
palabra alguna,
(embutida torpemente),
en la duda,
(innecesaria).

Que de milagros me carece.

Comentarios

  1. Anónimo4:31 p.m.

    Hola Lalo...
    Se te extraña en la pega...
    Ojalá no te pierda la pista, ya que extraño mucho ese cigarrito conversado a las 11 am.

    Suerte, fuerza... y cualquier cosa... contactame...

    Javier Fuenzalida

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  2. Hola, encontré tu blog en esos devaneos por internet y leí el poema. Me pareció un desnudo interior con esa sinceridad que a veces no es tan grata.

    Sldos,
    A.

    ResponderBorrar
  3. Creo que alguna vez te cruzé en post anteriores...

    No sé ni como he llegado hasta ti, pero si se que me ha gustado.


    Beso y abrazo!

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  4. no es canseis de escribir

    ResponderBorrar

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