Procesos largos que se esconden
tras la niebla vomitiva de los cansados
segundos,
esos que colgamos detrás de un reloj
para engañar la mirada que se desorbita
ante la velocidad de un día cualquiera.
Los pequeños privilegios de una sociedad
encerrada en el desgano,
las pequeñas cuentas que se pagan como un
tributo para dar vuelta la mirada
hacia el vacio, negando tres veces
la realidad que nos cuelga como
una molesta llaga...
Una molesta llaga
una molesta llaga.
Seguimos el paso cancino
del desgano
Nos han chupado algo mas preciado
que nuestras entrañas:
Nuestras ganas de luchar.
En los quioscos y en las calles,
cuelgan miles de panfletos,
con alegorias revolucionarias
Las encuestas dicen que todo chile está de acuerdo,
las calles se llenan de anónimos disconformes,
una masa digna del éxodo hacia un nuevo tiempo.
Líderes revolucionarios que mas temprano que tarde
serán honorables diputados, regordetes senadores o tal vez
den la talla para el payaso mayor.
Y para qué? si seguimos ganando un sueldo que nos mantiene
la boca cerrada, si seguimos salvándonos el culo, total las revoluciones
son largas y requieren de que nos organicemos
Que paja...
Entonces, el trabajo nunca fue despojarnos del puro chile,
el trabajo nunca consistió en privatizar el país,
el trabajo no era un asunto ético o legal,
el trabajo consistió en robarnos el alma,
en sacarnos la sangre proletaria para transformarnos en
ciudadanos del mundo,
en meros consumidores, en gigantes masas anónimas
con un complejo de autosuficiencia
monocromático, indolente
y por si esto fuera poco
tan delicado como las privadas apreciaciones
de las trucadas imágenes de una sociedad
que no nos pertenece.
Opinión pública manipulada por los medios,
por las ideologías, por los propios dictadores
de las revoluciones,
por las inconsecuentes aproximaciones
a la responsabilidad propia de toda existencia.
La lucha de clases es un concepto que se perdió
jugando al empate, apostando en las farmacias,
lucrando con el tiempo, comprando al frente de un espejo.
Por tanto,
insisto,
lo que más falta
son las ganas.
Ideología hay de sobra.
¿Y quienes somos para citar la palabra como el escupitajo sagrado de los dioses, para enjaular los pájaros divinos que quisieron volar, a expensas de la negación silvestre de la esperanza?.
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